Por Jesús A. Rondón:
Hace tiempo participe en un espacio académico en el ámbito
del derecho humanitario internacional, en el cual de manera recurrente se
aludía al término discriminación racial. Tal recurrencia me llevo a interpelar
a algunos de facilitadores, con una pregunta en principio elemental ¿Qué es la
raza? Argumente que una respuesta adecuada, nos llevaría a comprender de qué se
trata realmente la discriminación racial. En esa oportunidad no obtuve
contestación, lo que me animo a buscarla de otra manera.
En este momento vuelve a mi mente la inquietud, cuando
observo los acontecimientos que se han desatado luego del asesinato de George
Floyd en Minneapolis, es decir las manifestaciones en diversos puntos de la
geografía estadounidense, mundial y en las redes sociales, que en particular
plantean como demanda, la eliminación de la discriminación racial, además de
otras tantas, como de un trato policial ajustado a los principios de derechos
humanos.
En dicha demanda, está implícita la idea de raza, como un
hecho. Lo cual, es el lenguaje del derecho, se podría calificar como un falso
supuesto, pues ¿Existe la raza? Juan Ignacio Pérez Iglesias, en su artículo
“Las razas humanas no existen” (publicado por The Conversation, en castellano);
afirma “No hay, pues, fundamento para invocar su existencia. Como tampoco lo
hay para justificar, sobre bases inexistentes, otras diferencias”, aunque la
Real Academia Española (y seguramente la de otras lenguas) tengan una
definición, producto de una añeja y reducida convención.
Oportunamente explica el catedrático Pérez Iglesias que “El
color de los seres humanos actuales es el resultado de una compleja secuencia
de eventos biológicos y demográficos. No es posible delimitar biológicamente
unos grupos y otros con arreglo a ese rasgo.”
Ahora ¿qué es lo existe? Sostiene Pérez Iglesias: la
diversidad genética, y esta viene determinada las “mutaciones al azar y por
efecto de la selección natural sobre la frecuencia de las variantes genéticas
en cada población, del flujo génico provocado por migraciones y cruzamientos
entre individuos de diferentes poblaciones, y de la deriva genética”. Y
concluye “no hay conjuntos homogéneos de variantes que permitan definir grandes
grupos humanos a los que podamos denominar razas.”
También existe el mito de la raza. Un relato falso que es
promovido por quienes se asumen en general mejores que el resto y que esta
condición le es innata, es decir están determinados biológicamente. De tal
manera que hay grupos de personas que existen para dominar y otras para ser
dominadas, por ejemplo. La idea de raza es más propia de la metafísica, que, de
la ciencia, pero tiene una función social, busca legitimar las relaciones de
dominación en una determinada sociedad.
La referencia más conocida de una sociedad que asumió el
mito de la raza (con fundamentos seudocientíficos), es la Alemana, con la
ascensión del nacional-socialismo de la mano de Adolf Hitler. Son conocidas las
terribles consecuencias para la humanidad de tal derrotero.
La idea de raza no solo refleja o define al que se considera
superior, sino al otro, de tal manera que lo determina en la cultura de la
dominación. Te concibes dentro del marco del dominador. Solo para ilustrar me
remito a aquella vieja diferencia entre el esclavo y es esclavizado, el primero
carece de la noción de libre albedrio, lo que lo configura sumiso; el segundo
sabe que se le ha arrebatado y reconoce su derecho a luchar por obtenerlo.
Si la raza es un mito, la discriminación racial también lo
es. Y surge la pregunta ¿De qué hablamos realmente al observar los
acontecimientos en los Estados Unidos de América? Hablamos de una sociedad cuyo
centro es la máxima reproducción del capital, promoviendo como valores
centrales la competencia y el individualismo, y que, para asegurar la propiedad
en pocas manos, desarrolla e impone parámetros de discriminación en base a la
clase social, condición social, capacidades, genero, color de piel, religión,
pertenencia a una etnia o región geográfica, entre otros. Hablamos de una sociedad
donde los ciudadanos carecen de expresiones organizadas fuertes para hacer
contrapeso a las corporaciones y el Estado a su servicio, y que de cuando en
cuando explota, como lo ha hecho hace poco, con una chispa, que fue en lo que
se convirtió el asesinato de Floyd.
Esta reflexión no solo reclama la erradicación de la idea de
raza, para poder aproximarnos realmente a lo que ocurre en los Estados Unidos
de América (y en otras latitudes), sino para que no naturalicemos el
determinismo biológico. Es un hecho, somos diferentes, pero la discriminación
en los grupos humanos se construye y se deconstruyen en la sociedad, gracias a
una compleja amalgama de mecanismos culturales, sociales, económicos y
políticos, que entre otras ciencias, estudia la sociología.
Raza debería ser una de esas palabras muertas o en desuso.
Raza debería ser una de esas palabras muertas o en desuso. A lo sumo, como
decía Eduardo Galeano, expuesta en un museo para que las nuevas generaciones
sepan en que errores no incurrir nuevamente.
En memoria de George Floyd,
de otros cientos de miles que mueren sin cobertura mediática
y los millones que seguimos con la rodilla en el cuello.
jesusalbertorondon@gmail.com
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