Por Juan Pablo Cárdenas S.:
Como ya es tan evidente, la principal ocupación de nuestros
políticos y partidos es la de ganar elecciones y acceder a los más altos cargos
públicos. Posiblemente haya sido así desde siempre y en todo lugar, aunque en
la memoria selectiva que todos cultivamos nos es grato recordar a algunos
gobernantes, parlamentarios, alcaldes y otros que realmente demostraban
consistencia ideológica y un afán de servir al progreso de sus naciones.
Felizmente, la historia recuerda a estos excepcionales servidores públicos,
admira sus liderazgos, así como la alta convocatoria que obtenían sus ideas y
luchas. Por lo mismo es que muchos de éstos terminaron tantas veces asesinados,
en el exilio y la pobreza. Pero su testimonio finalmente es reconocido por la posteridad
gracias a las obras que impulsaron, aunque muchas veces sus detractores hayan
logrado cegar sus vidas y propósitos.
Se trata de grandes personajes que hoy costaría mucho
descubrirlos entre la hegemónica mediocridad que se impone en la política chilena,
aunque muchos se consuelen en que se trata de un “mal de muchos” en el mundo
actual. Especialmente cuando se observa a quienes controlan ahora la Casa
Blanca y otros gobiernos del mundo de supuesta elección popular que, para
colmo, andan denunciando “la paja en el ojo ajeno”, a fin de alentar la
intervención más grosera en los asuntos de los otros estados.
En nuestro país ya se sabe que ministros, legisladores y
otros obtienen sueldos y beneficios más de veinte veces por encima del promedio
obtenido por todos los trabajadores del país, excluidos los uniformados, lo que
hace tan apetecible y recurrente que artistas, deportistas y dirigentes
sindicales sucumban a la oferta de los partidos para integrar sus nóminas
electorales. Por supuesto que en la idea de aprovecharse de su buena fama y
obtener mejores resultados en los escrutinios, sin que después desde La Moneda,
el Parlamento y los municipios se valore y aproveche su experiencia. Menos
todavía, en un país en que el péndulo de la política no está marcando
diferencia entre los sucesivos gobiernos y legislaturas. Cuando las ideas
neoliberales y parte importante del legado pinochetista se muestran tan
consagradas y sean cada vez menos las voces que desde los poderes del Estado
aboguen por reformas, aunque no constituyan más que simples retoques a lo
existente.
Las leyes electorales y las malas prácticas explican que la
política siga acotada a una misma clase dirigente. A que sus actores vayan
perpetuándose en los cargos y declinando en los mismos. Las figuras jóvenes que
lograron imponerse en algunos eventos electorales, en la mayoría de los casos
terminaron engolosinadas por las dietas parlamentarias y las prebendas que
ofrecen dichas funciones. Lo demuestra la dificultad que ha enfrentado el
propósito de algunos legisladores de rebajarse sus sueldos y ponerles atajo a
sus constantes reelecciones, tanto así que muy pocos son los que mantienen la
promesa de emigrar hacia otras actividades del mundo profesional y de la
sociedad civil. Se sabe que los ex presidentes
de la República y ex legisladores se aseguran onerosos ingresos a perpetuidad,
además de la facultad de adelantar sus pensiones. Más allá de las tentadoras
posibilidades que les brindan los directorios de las empresas públicas y
privadas en razón, por supuesto, de los favores concedidos desde la
administración pública.
Es cosa de mirar las nóminas de integrantes de la plana
ejecutiva de los bancos, las empresas privatizadas, incluyendo las cuestionadas
sanitarias y eléctricas que tantos trastornos vienen acarreándole a nuestras
ciudades y hogares. Además de consignar a aquellos que salen a airearse a las
embajadas en todo el mundo, cumpliendo misiones diplomáticas por las que
también pueden recibir placenteros emolumentos. Muy por arriba de las pensiones
que recibirían a la edad de jubilarse.
Cumplido un año el segundo gobierno de Piñera y del nuevo
Congreso Nacional, ya se torna febril la actividad para acceder a las
directivas de los partidos y barajar desde estos cargos toda suerte de alianzas
y componendas en la mira de los próximos comicios. Después de la implosión de
la Concertación y la Nueva Mayoría, sus distintos referentes andan ofreciéndose
al mejor postor, tratando de atraer a partiditos y movimientos que les deparen
más sufragios y posibilidades de retornar al Gobierno para volver a disfrutar
del botín de los cargos públicos.
Algunos de sus dirigentes, aunque declaran que, después de
la posición adoptada por los comunistas en relación a Venezuela, ya no será
posible pactar con ellos, todavía no le ponen cerrojo a tal posibilidad. El PC,
asimismo, empieza a “explorar” posibilidades con el Frente Amplio y viceversa…
Además de que la Democracia Cristiana se erige en bisagra, otra vez, en la
posibilidad de extender sus acuerdos electorales con el PS, el PPD y los
radicales, o confluir en alguna fórmula con las colectividades de centro
derecha. Desde donde también existe interés de permanecer en La Moneda, aunque
sea compartiendo algunos cargos a los falangistas.
Lo que no existe, por cierto, son propuestas programáticas,
cuando hasta las promesas escasean en la falta de imaginación y voluntad de los
políticos. En el pasado, al menos, la demagogia podría concitar la voluntad de
los ciudadanos. Pero ahora no: solo estamos a merced de los rostros de los
candidatos, a la posibilidad de seducirnos con sus millonarias campañas,
entregados a los audaces que alcanzan más espacio en la televisión y los otros
medios de comunicación masivos. Los que todos sabemos nada tienen de diversos y
democráticos, sino groseramente unidireccionales, por el contrario, en la
orientación de sus noticiarios y hasta espacios de farándula.
Si todo sigue igual, lo peor es que otra vez vamos a perder
la posibilidad de saber cuánto gravitan realmente en la opinión pública cada
uno de los partidos. Desgraciadamente, los pactos electorales esconden la realidad
y las elecciones sirven para que nunca se extingan las organizaciones
fantasmas; para que se perpetúe, también, esa infinidad de denominaciones
rimbombantes que nadie sabe cuántos las integran y qué se proponen, más allá de
demandarles a los partidos grandes uno que otro cargo. Una lluvia de siglas que
buscan solo legitimidad en la votación de menos del cincuenta por ciento del
padrón electoral, cuando desde hace tiempo son mayoría los que se abstienen de
votar o lo hacen en blanco.
Ustedes comprobaran, conciudadanos, como en la contienda que
ya intensifica, van a volver los eternos candidatos, los que a los 80 años
todavía quieren tener otra posibilidad de repetirse el plato dentro del gran
banquete de nuestra institucionalidad o “Estado de Derecho”. A grado que ya hay
quienes piensan que la única posibilidad para sus pretensiones es que regrese
Michelle Bachetet desde el pináculo de las Naciones Unidas, se despercuda a los
otros ex mandatarios o se elija a un sucesor de Piñera que le ponga en bandeja
la posibilidad de volver por tercera vez al empresario a la primera
magistratura. Ya verán como también los mismos de siempre se aferrarán,
desafiando las primarias, de las ubres de los más de los 360 municipios y surge
una cola de candidatos a diputados y concejales, cansados de seguir viviendo al
tres por cuatro. Especialmente ahora que se le están rebabando los aportes
fiscales al cine y otras expresiones culturales.
Y todo para que el país siga igual, aunque algunos todavía
mantengamos la esperanza de que alguien, por fin, golpee la mesa, antes que
nuestra pretendida democracia muera de inanición. Y, más temprano que tarde,
los militares se propongan “salvar a la Patria”.
juanpablo.cardenas.s@gmail.com
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