Por Manuel E. Yepe:
Es sumamente interesante el punto de vista que expone el
periodista investigador Federico Pieraccini en un trabajo que publica la
revista rusa Geopolítica donde afirma que en 2014 se hizo realidad la
transformación del orden mundial de unipolar a multipolar con el retorno de
Crimea a la Federación Rusa tras el golpe de Estado de la OTAN en Ucrania. “La
incapacidad de Estados Unidos para evitar esta derrota estratégica fundamental
de Bruselas y Washington marcó el comienzo del fin de la hegemonía del
Pentágono, aferrado a un orden mundial desaparecido en 1991”.
A medida que ocurría
la mutación multipolar, Washington cambió de táctica. Obama ofreció una
estrategia de guerra diferente a la avanzada durante la presidencia de G. W.
Bush de “Proyectar el poder en todo el mundo con bombas, portaaviones, unidades
de combate y botas sobre el terreno ya no es viable, y las poblaciones
nacionales no estaban de humor para más guerras importantes”.
El uso del poder
blando siempre ha estado presente en la caja de herramientas de Estados Unidos
para influir en otros países, pero dada la suerte inesperada del momento
unipolar, el poder blando se dejó de lado en favor del poder duro. Sin embargo,
tras los evidentes fracasos del poder duro entre 1990 y 2010, el poder blando
volvió a estar en boga, y organizaciones como el Fondo Nacional para la
Democracia (NED) y el Instituto Republicano Internacional (IRI) se pusieron a
entrenar y financiar organizaciones en docenas de países que no les eran
afines, para subvertir gobiernos, hacer revoluciones de color, primaveras
árabes, etc.).
Entre los que
recibieron esta arremetida de soft-power estaban los países sudamericanos
considerados hostiles a Washington, que ya estaban bajo presión
capitalista-imperialista expresada durante varios años en forma de sanciones.
Durante este período
Latinoamérica sufrió un efecto secundario del nuevo orden mundial multipolar.
Estados Unidos comenzó a retirarse después de perder influencia en todo el
mundo. Esto se tradujo efectivamente en una política de concentrarse, una vez
más, en su propio patio trasero: América Central y del Sur.
Aumentaron los
esfuerzos encubiertos para subvertir gobiernos con ideas socialistas en el
hemisferio. Primero, la Argentina de Kirchner vio cómo el país pasaba a manos
del neoliberal Macri, un vasallo de Washington. Luego Dilma Rousseff fue
expulsada de la presidencia de Brasil por medio de maniobras parlamentarias,
tras lo cual Lula Da Silva fue encarcelado para que Jair Bolsonaro, un evidente
fascista brasilero, pudiera controlar las elecciones presidenciales.
En Ecuador, Lenin
Moreno, el sucesor de Correa, traicionó a su partido y a su pueblo al
convertirse en activo del Pentágono, incluso protestando por el asilo concedido
a Assange en la Embajada de Ecuador en Londres. En Venezuela, tras la
sospechosa muerte de Chávez, Maduro fue inmediatamente atacado por el
establishment estadounidense como el representante más prominente del chavismo
antiimperialista. El aumento de las sanciones y la confiscación de bienes
empeoraron aún más la situación en Venezuela, hasta llevar a los extremos
actuales.
Latinoamérica ha
llegado a la posición peculiar en que se halla ahora como resultado de que el
mundo se vuelve cada vez más multipolar. El resto del mundo ahora tiene un
mayor margen de maniobra y más independencia de Washington gracias a la
sombrilla militar y económica ofrecida por Moscú y Beijing a los países que luchan
por su independencia política.
Según Pieraccini, por
razones geográficas y logísticas, es más difícil para China y Rusia extender su
protección a Latinoamérica toda, Asia, Oriente Medio y Europa. Sin embargo, se
observa cómo Beijing se ofrece como salvavidas indispensable a Venezuela y a
otros países sudamericanos como Nicaragua y Haití para que puedan resistir la
inmensa presión económica de Washington.
La estrategia de
China pretende limitar el daño que Washington puede infligir al continente
sudamericano con su poder económico, sin olvidar los numerosos intereses chinos
en la región, incluso el nuevo canal entre el Atlántico y el Pacífico que
atraviesa Nicaragua.
El papel de Moscú es
más limitado, pero igual de refinado y peligroso para la hegemonía de Estados
Unidos.
Cuando dos
bombarderos estratégicos rusos volaron a Venezuela hace menos de cuatro meses,
enviaron una inequívoca señal a Washington. Se vislumbró el poder militar de
Rusia, que tiene aliados y capacidad técnica y militar para crear una base
aérea con bombarderos nucleares no muy lejos de la costa de Florida, especula
Pieraccini.
Y nadie dude que
Moscú y Beijing no permitan una eventual intervención armada en Venezuela
montada por Washington que abriría las puertas del infierno en el continente
americano.
jmzavaletam@gmail.com
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