Por Homar Garcés:
Sin pecar de ilusos ni fanáticos, se ha de reconocer que el
20 de agosto de 2018 marca un hito trascendental en la historia económica de
Venezuela. Así haya opiniones contrarias, algunas válidas y otras sencillamente
carentes de sentido común. La implementación y objetivos de las medidas
acordadas por el gobierno de Nicolás Maduro en materia económica -todas
enmarcadas en lo que es, básicamente, la realidad capitalista que envuelve al
país y al mundo, no obstante, el discurso oficial aún emparentado con el izquierdismo
tradicional- será determinante en cuanto a la estabilidad política y social de
esta nación.
Sin embargo, en medio
del optimismo que busca transmitir el estamento político gobernante, se debe
advertir que, para concretar la recuperación económica en general, es
imprescindible que todas las instituciones públicas dejen de represar y cooptar
las diferentes expresiones organizativas de Soberanía Popular, condenándolas a
un papel inocuo, accesorio y sin influencia alguna.
Cada representante
del Estado -indistintamente de cuál sea su rango- tiene que respaldar
activamente, en todo momento, sin titubeos ni complicidades, cada acción
emprendida por el Pueblo organizado para acabar con la corrupción, la
especulación y el desabastecimiento de productos; ya que dicha acción es un
elemento clave para la estabilidad democrática, social y económica del país,
incluso, excediendo lo establecido en la Carta Magna y demás leyes vigentes.
Todo esto, a sabiendas del alto nivel de corrupción existente en todos los niveles
de la administración pública, la cual se incrementó sin control, contribuyendo,
a su vez, al desencadenamiento de la crisis generalizada que padece Venezuela.
De nada valdrá que se
decreten regularmente aumentos salariales, si estos se descapitalizan casi
instantáneamente ante la inflación inducida por empresarios inescrupulosos que
sólo piensan en su tasa de ganancias y sobre los cuales no parece existir
castigo alguno. Por ello mismo, es vital que haya un control estricto y directo
de parte de las diversas organizaciones del poder popular, obligando a las
estructuras del Estado a cumplir puntualmente con sus funciones; en bien del
pueblo y no de minorías antisociales.
En este sentido,
insistimos, el acompañamiento popular, más allá de una militancia partidista
determinada, es un factor decisivo en esta hora cero de la economía venezolana,
entendiéndose ésta como una oportunidad para producir los cambios estructurales
que, desde hace décadas, deben propiciarse en el ámbito económico, sin «burguesías»
parasitarias (sea cual sea su color «ideológico») que recurran a la renta
petrolera para su sostenimiento.
No es la suerte de
Nicolás Maduro ni de la dirigencia del PSUV ni de la Fuerza Armada Nacional
Bolivariana la que está en juego en estos momentos. Es el destino y la
independencia de todo un país lo que se arriesga si este 20 de agosto no marca
definitivamente la diferencia con el pasado y nos permite a todos los
venezolanos recuperar la confianza en el futuro y en nuestras propias
potencialidades (tanto individuales como colectivas), sin darle chance a los
sectarismos -de parte y parte- que nos impiden vernos como un solo Pueblo. -
mandingarebelde@gmail.com
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