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domingo, 23 de abril de 2017

Brasil: ausencia de ideología de cambio y giro a la derecha

Por: Bruno Lima Rocha

Es lugar común oír en análisis y expresiones venidas de todas las camadas de la izquierda y de la centro-izquierda, algo cómo ¿“cuando este pueblo va a levantarse indignado”? Además del sentimiento de revuelta y frustración – totalmente compartido por este que escribe – la afirmación también trae elementos de cierta condescendencia con el gobierno depuesto (hablamos del segundo gobierno de Dilma Rousseff, de enero de 2015 a abril de 2016) y algo de la peligrosa inocencia política. En este breve texto, intento demostrar como la categoría ideología fue despreciada y, por obvia consecuencia, la relación con el oligopolio de los medios – en especial con la empresa líder, las Organizaciones Globo y  Globo Participaciones, el quinto mayor grupo de medios audiovisuales del  mundo – fue naturalizado.  


Si tuviéramos en consideración los 13 años de gobierno petista en la Presidencia (2003-2016), nos damos cuenta de que faltaron elementos fundamentales para un proyecto de poder prolongado. Cuando me refiero la proyección de una política, no significa perpetuar en el Poder Ejecutivo a este o aquel partido, pero sí a construir condiciones de conquistas permanentes y no retorno. No retornar para situaciones anteriores implica ir además de mejorías materiales – aunque estas sean fundamentales – pero también dar un significado ideológico para la base de la sociedad.

La investigación aplicada por la Fundación Perseu Abramo (FPA, para la investigación ver http://migre.me/wr8hh), vinculada al Partido de los Trabajadores (PT), donde el partido de gobierno que fue depuesto trae elementos para reflexión. En esta investigación cualitativa realizada en la periferia de São Paulo capital, los resultados son la difusión de un liberalismo popular creciente y la pérdida de reservas electorales para el subtítulo que financió el trabajo. Más allá de las constataciones del voto mutable, la carga de valores y comportamiento, reforzada después de trece años de mandato “popular” en Brasilia, trae elementos de reflexión.

Considerando quién convive con estas camadas sociales, o de forma más pertinente, con la pobreza y la exclusión espacial en las regiones metropolitanas, nada de eso se trata de “novedad”. Tal vez el elemento nuevo sea tornar visible el debate y traerlo a la superficie. Luego, apunto aquí la necesidad más urgente de una primera inflexión, más allá de una reflexión. O sea, abordo algo que no pasa sólo por una exterioridad (ya antes abordada por mí en esta publicación), pero por la ausencia de un protagonismo político a partir de alguna forma de ideología de cambio. 

Un momento especial que lo primero gobierno Lula “dejó pasar”
Entiendo que se puede acumular lecciones históricas de la política brasileña, se trata de no repetir errores, y a la vez, reeditar ejemplos positivos, revitalizándolos. Grandes campañas demarcan los momentos cruciales. A través de actividad de conmoción colectiva, podemos movilizar un largo sector de una sociedad, a la vez, corriendo el riesgo (en mi forma ver un riesgo positivo).

Una campaña fundamental y que motivó al golpe político de 1954 – consumado con el suicidio de Vargas en 24 de agosto de aquel año – fue la  campaña “El Petróleo es nuestro” (en 1953). En la ocasión, el país no tenía una empresa petrolífera nacional y el nacionalismo sustituyó el clasismo como motivador de anhelos populares. Cuando vivimos una campaña de esta envergadura, aunque por algunos meses, la sociedad se polariza, proyectando un destino colectivo. Cuando las campañas populares consiguen sumar la idea de nación con la del interés de la mayoría, de las clases subalternas, del pueblo, entonces es una ocasión para movilizar corazones y mentes. Así, en situaciones límite, regionalizadas – como en las huelgas del ABC de 1978, 1979 y 1980 – o nacionales, está dado un momento para acumular fuerzas duraderas.

La cuenta es de llegada y una oportunidad de oro pasó. No por desatención, pero sí por las elecciones, por las opciones de pacto interno del lulismo. Al reconocer en fracciones irreconciliables del enemigo interno un “posible compañero”, el gobierno Lula, aún en su primer mandato y pasando el susto del escándalo del Mensalão (en la primera mitad de 2005, cuando se denunció que una parte de base aliada parlamentaria era  paga con soborno), entregó una rebanada de la revolución tecno-científica para la Red Globo. Afirmo que el patrón tecnológico de transmisión de datos sería el equivalente contemporáneo al periodo de la “modernización” en el post Segunda Guerra Mundial. En el embate por el patrón del Sistema Brasileño de Televisión Digital Terrestre (SBTVD-T) tendríamos una oportunidad concreta de entrar con los dos pies el siglo XXI, ahí sí arriesgando desarrollo, más allá del refuerzo de los factores de cambio que ya teníamos en 2002.

El tema es complejo, pero vale observar la posición del gobierno Lula a través del entonces ministro de las Comunicaciones Hélio Costa (él aún, senador por el PMDB – partido oligarca aliado - y ex-correspondiente  de la Voice of America en Brasil en los peores momentos de la  dictadura militar, ver http://migre.me/wr9o3). En el mismo sentido, hay resaltar el vigor de los consorcios brasileños de investigación que consiguieron llegar a la condición de prototipo del mismo Sistema (ver http://migre.me/wr9rg) y la dimensión tétrica del Decreto de 2006 (ver  http://migre.me/wr9t8). Afirmo el compromiso de sanar las dudas de todo este proceso en el debate posterior la publicación o entonces en comunicación directa; para este artículo, traigo el tema del SBTVD-T sólo para demostrar como un recurso de movilización podría haber sido utilizado, armando desde la base de la comunicación popular del siglo XXI - como en las radios comunitarias, puntos de cultura y todo un universo de activismo periférico – con un proyecto nacional, popular (por los multicanales) y soberano (por el operador público).

Operar una campaña de esta envergadura habría acosado la derecha y dicho a que venía un proyecto nacional y popular que ultrapasara los arreglos pre-determinados ya en la Carta al Pueblo Brasileño (escrita por Lula en 2002, como un arreglo de gobernabilidad), un pacto que el piso de cima hizo a disgusto y en la oportunidad debida, volcó la mesa y de lado. Reforzando el argumento, más allá del nacionalismo poli clasista de la Campaña El Petróleo es Nuestro, la defensa del SBTVD-T sería nacional y clasista. Luego, más incisiva, operando también como un auténtico divisor de aguas en el ambiente doméstico.  
  
Una conciliación ideológica que nunca hubo – y jamás debería haber sido meditada
Al largo de los trece años del lulismo como ideología hegemónica, no tuvimos un momento siquiera de tensión, de acumulación de fuerzas, con la salvedad de la rebelión popular de 2013. En la ocasión, fue colocado en las calles un desafío para ir además del pacto conservador con distribución de renta hecho público con la Carta al Pueblo Brasileño en 2002. Otros momentos de tensión interna elevada fueron los segundos turnos de las elecciones presidenciales de 2002, 2006, 2010 y principalmente 2014. En la secuencia, la campaña permanente de desestabilización pegó duro y por derecha en el segundo gobierno de Dilma Rousseff. Por izquierda, o en la falta de esta, el proyecto popular quedó relegado al llamamiento electoral y no al trabajo cotidiano de organizar la lucha colectiva, dar significado a las conquistas de la mayoría y no permitir que el aumento de la llamada “clase C” viniera junto a una noción de individualismo emprendedor.

El cotidiano de la mayoría, y en especial de la pobreza territorial – en las llamadas periferias – es atravesado por fuerzas importantes: iglesias neo pentecostales, exposición mediática de la TELE abierta, corrales electorales y clientelismo político, caciquismo y complicidad, además de una constante lucha por la supervivencia, incluyendo iniciativas formales e informales de micro empresas. El avance ideológico de un neoliberalismo difuso es proporcional a la ausencia de un proyecto de Poder del Pueblo, y obviamente, por la poca expresión de las izquierdas en el universo simbólico del día a día.

Al subestimar la categoría ideología, y en especial al no osar un enfrentamiento más directo con los barones de las empresas de medios de comunicación, el lulismo entregó la mentalidad política de la mayoría para los buitres de siempre. Revertir esa derrota es tarea de largo plazo, aunque el tiempo corra contra los intereses de la mayoría.  
blimarocha@gmail.com




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