24M / Nunca más
Por Daniela Saidman
Llegué en 1982, tenía cinco años y un montón de compañeritos
que usaban como yo un mandil de cuadrillé azul y blanco. Después vino como era
lógico el guardapolvo blanco, de anchos tablones en el frente y un enorme lazo
a la espalda, típico de las niñas de primaria. Con él llegaron las clases de
geografía y de historia, de manualidades y dibujo, de lengua y matemáticas. No
recuerdo si fue en segundo, tercer o cuarto grado que una niña rubia se
incorporó a la escuela, se llamaba Susana, tenía acento cubano aunque era
argentina. Era tímida, tanto como yo en aquellos primeros años. Susana Vaca
Narvaja, vivía un desexilio. Regresaba a su país natal, de la mano de sus
padres, después de la dictadura.
Susana podría haber sido asesinada aún antes de nacer o
podría haberse criado en una familia que no fuese la suya. Susana, como yo,
como tantos, pertenece a la generación de los nietos de las abuelas de Plaza de
Mayo, nuestros padres, podrían haber sido los hijos desaparecidos de las Madres
de Plaza de Mayo.
Somos de una generación que creció en silencio, porque aún
había miedo de responder y sobre todo de preguntar por las heridas. Pero un día
esa misma generación se animó a salir a las calles a exigir que se 'vayan
todos'. Después, valiente, levantó las banderas azules y blancas, para quedarse
con el hombre que se animó a retirar el cuadro de Videla de la Casa Rosada.
Han pasado décadas. De Susana tengo el recuerdo intacto de
sus cabellos rubios. Y del asombro de la vida cotidiana, la esperanza de que
Nunca más tengamos que susurrar la tragedia.
dsaidman@gmail.com
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