sábado, 20 de junio de 2020

¿Está el mundo en manos de un psicópata?




Por Manuel Montañez:

Desde hace tiempo venimos diciendo que ya a nadie le debe sorprender que haya presidentes con antecedentes delictivos, asesinos, genocidas, violadores de derechos humanos, narcotraficantes, paramilitares, homofóbicos, racistas, o xenófobos. No creo que cualquiera de esas condiciones -algunas o todas- sea fundamento de asombro. Al revés, ello es consustancial con el sistema capitalista que arrastra todas esas lacras, por lo que poner a uno de los suyos en el más alto lugar de la administración es lo natural.



La democracia representativa como expresión política del sistema capitalista no es democrática ni es representativa.

En los hechos, es una dictadura de los poderosos. Aquella idea de que la democracia es el gobierno de las mayorías dejó de ser una realidad, si es que en algún momento lo fue. Hoy, la mayor parte de los gobiernos del mundo son de minoría, habida cuenta que el sistema ha alejado a los votantes de las urnas con las consiguientes altas abstenciones que en muchos casos llega a 50% y más. En esa medida, los “líderes” son favorecidos con el apoyo de entre 20 y 30% de los electores, con lo cual se legaliza una democracia ilegitima, que se expresa cotidianamente en cualquier encuesta de opinión.

Pero a esta desgracia se ha venido a sumar una mucho peor y más peligrosa. Desde hace casi un siglo el mundo no se veía inmerso en el peligro de un liderazgo irracional, fuera de control que responde a situaciones de orden subjetivo que la política no puede manejar. Nos enfrentamos a la actuación sicopática de algunos dirigentes, en especial de Donald Trump. Así, tengo la impresión que los instrumentos de la política, la economía y el derecho no son suficientes para dar respuestas a variables que entran en el terreno de lo absurdo, lo insensato y lo disparatado. Se hace necesario recurrir a la siquiatría y la sicología para ajustar los comportamientos políticos frente a liderazgos como los de Trump y en menor medida Bolsonaro, Piñera y Uribe que violentan las normas elementales de conducta política transformando el arte de la conducción del Estado en una suma de voluntades fanáticas que se sustentan en el desprecio y el odio a la humanidad. Duque no, Duque es teledirigido por el otro, por eso en Colombia le dicen su presidente.

El sicólogo catalán Oscar Castillero Mimenza se propuso en un artículo descubrir las características psicológicas de Adolfo Hitler. Para ello se basó en los perfiles diseñados por el destacado sicólogo estadounidense Henry Murray quien realizará en 1943 el primer perfil sicológico de Hitler por encargo de la Oficina de Servicios Estratégicos de Estados Unidos (OSS por sus siglas en inglés). El informe titulado: “Análisis de la personalidad de Adolf Hitler: con predicciones para tratar con él antes y después de la rendición de Alemania” es un referente obligado para este tema, aunque sólo fue dado a conocer en 2004.
Castillero advierte -de la misma manera que lo hicieron todos los especialistas consultados para este artículo- que sin haber podido tener un tratamiento directo con el paciente, “la única manera de tratar de establecer algo semejante a un perfil psicológico es el análisis de sus discursos, sus actos y las ideas que transmitió a través de la escritura”.

A partir del estudio de Murray, Castillero hace nueve consideraciones que emergen del estudio de personalidad del líder nazi:
1.            Egolatría y complejo de Mesías.
2.            Dificultades para la intimidad.
3.            Sentimientos de inferioridad y auto desprecio.
4.            Desprecio hacia la debilidad.
5.            Perseverancia.
6.            Carisma y capacidad de manipulación.
7.            Teatralidad.
8.            Obsesión por el poder.
9.            Poca capacidad de empatía.
Consultada al respecto, Una profesora jubilada de la Escuela de Sicología de la Universidad Central de Venezuela que pidió no ser identificada, opinó que las consideraciones de Castillero, pueden ser perfectamente aplicadas para confirmar que la personalidad de Trump es análoga a la de Hitler.

Según la ex docente: “su discurso, comportamiento y sus acciones denotan características similares”. Afirmó que el individuo sicópata no es curable ni puede superar la enfermedad.  En un caso como este, que refiere a un individuo inteligente y de alto nivel, con carisma y capacidad para engañar y manipular, con abiertas manifestaciones egocéntricas y de baja empatía, generalmente se refiere a personas con serias dificultades para configurar una personalidad estable, necesitan ser reconocidos, porque en la mayoría de las veces no lo han sido en su infancia o juventud y que han padecido carencias afectivas.

El “Manual de diagnóstico y estadística de los trastornos mentales” quinta edición, publicado por la Asociación Americana de Psiquiatría establece que: “La psicopatía es un trastorno de la personalidad complejo caracterizado por dificultades emocionales, conductuales y de relación. Su repercusión es clínica, social y judicial. […] se traduce en la aparición simultánea de problemas en tres vertientes: en su relación con los demás, en su afectividad y en su conducta.

Esta “biblia” para los diagnósticos de trastornos mentales en Estados Unidos establece que: “Los psicópatas se caracterizan por tener sentimientos de grandeza, ser arrogantes y egoístas. Presumen de una gran importancia hacia ellos mismos y tienden a culpabilizar a los demás de sus fracasos y deficiencias. Fácilmente se aprovechan de los demás utilizando el encanto, la manipulación y el engaño. Sus emociones son superficiales y poco sinceras, y tienen pocos remordimientos cuando causan daño a alguien. Presentan una falta de empatía y son fríos y superficiales”.

Alicia Pérsico, sicóloga clínica, profesora de la escuela se Sicología de la Universidad Centroamericana (UCA) de Managua, Nicaragua, después de coincidir con Castillero en que para tener un diagnóstico definitivo se debe tratar al paciente para saber qué elementos influyen en un determinado comportamiento, cree sin embargo que sí se pueden detectar comportamientos inadaptados a la sociedad tras la manifestación de exacerbados patrones de desprecio y violación de los derechos  de los demás  en ciertos individuos, que se relacionan con criterios de trastorno  sociópata (antisocial o psicopático ) de la personalidad.

Estos individuos poseen una distorsión en su observación del contexto, creen que lo que ellos piensan es la realidad al margen de lo que puedan opinar otros. Pero, para justificar sus consideraciones necesitan un colectivo que le de coherencia a su punto de vista.

La profesora Pérsico aprecia que cuando una persona de estas características tiene poder, se produce una transformación a través de la cual se siente estar sobre los demás, lo cual es un trastorno grave que influye en las percepciones y en las conductas.

Continúa la académica expresando que en el caso de Trump podría decirse que en Estados Unidos hay un fuerte factor cultural que configura la personalidad de sus ciudadanos resaltando valores de supremacía, que se manifiesta poderosamente en todos los presidentes de Estados Unidos que han sido exponentes  de un pensamiento y una conducta distorsionadas, que los ha llevado a creer que tienen un destino en la historia y que son enviados de Dios, lo cual es condición sine qua non para ser presidente.

Al respecto, el historiador y crítico social estadounidense Morris Berman, que se ha especializado en investigar acerca de la historia cultural e intelectual de Occidente, en un folleto titulado “Localizar al enemigo: Mito versus realidad en la política exterior de Estados Unidos” opina que la religión en ese país impone la noción de que su misión es “democratizar al resto del mundo (mediante la fuerza si es necesario)”.

Berman juzga que ya en los primeros puritanos que llegaron a lo que después sería Estados Unidos existía esa idea de grupo de gente elegida por Dios. En el barco Arabella mientras cruzaban el Atlántico, John Winthrop en 1629 dijo: “Encontraremos que el dios de Israel está entre nosotros…él nos salvará y glorificara puesto que debemos considerar que seremos una ciudad sobre la colina, los ojos de todo el mundo están puestos sobre nosotros”.

Dos siglos después el escritor estadounidense Henry David Thoreau siguió fortaleciendo la idea al afirmar que “…si Estados Unidos no fuera el Gran pionero occidental al que siguieran otras naciones, entonces el mundo – déjenme repetir esto: el mundo- no tendría un verdadero propósito”.

Así, todos los presidentes de Estados Unidos han incorporado en su discurso esta idea de ser el “pueblo elegido”. Miles de religiosos desde sus púlpitos repetían junto a la también escritora estadounidense Harriet Beecher Stowe -famosa por su novela “La cabaña del tío Tom”- que “Dios creó a Estados Unidos para iluminar a toda la humanidad”.

Berman expresa que todo este pensamiento ha tenido una gran influencia en la política exterior de su país porque si se considera que “eres bueno y que el Otro es malo, por definición, después tienes que transpolar esa mitología simplista al mundo, y al demonio con la realidad”.

Este factor cultural al que se refería la profesora Pérsico, tiene -en el caso de Trump- una fuerte influencia dadas sus características faranduleras que le permiten proyectarse y sobrevivir en medio de la adversidad.
A los presidentes de Estados Unidos no le importan las personas en el logro de sus objetivos, no son considerados seres humanos que están muriendo, sino “bajas”. Su discurso solo puede cambiar cuando estas bajas llegan al país (o se producen en el mismo, como ocurrió el 11 de septiembre u hoy, en tiempos de coronavirus) en cajas de madera que son entregadas a sus familiares. Cuando el interés superior es la ganancia y el lucro, “no importa que muera gente inferior que no sirve”. Es el clásico discurso supremacista presente en Trump, de manera sumergida, pero corriente.

Entonces, opera otro factor: el de la culpa, alguien tiene que tener la culpa.

Hoy es China, la OMS, los gobernadores, los medios de comunicación o cualquiera que se le ocurra, pero el presidente nunca. Su narcisismo lo lleva a pensar que no importa cuántos mueran, lo que importa es “America first”. Tiene un objetivo y nadie lo mueve de la búsqueda del mismo.

Son típicos atributos del enfermo, en Trump se manifiesta claramente también un rasgo narcisista distorsionador de la realidad que se revela en su idea de grandeza, en su capacidad de manipulación que lleva a mantener a todos preocupados en las cosas pequeñas. Ese delirio lo lleva siempre a anteponer la palabra “gran” en todo lo que dice: “el gran estado de New York”, “la gran industria de Estados Unidos”, “los grandes trabajadores del petróleo” y otros sin necesidad de ser usado en términos del lenguaje.

Su ego gigantesco, la suposición de que es merecedor de todos los elogios, además de sus apreciables manifestaciones de autoritarismo, prepotencia y arrogancia, su menosprecio por la gente, su necesidad de ser admirado y lisonjeado, su falta de empatía con personas incluso cercanas, su agresividad en el discurso y en su gesticulación van configurando un perfil que calza perfectamente con el de un paciente con rasgos sicopáticos. Así mismo, su ideología y comportamiento racista vienen desde la juventud considerando que su padre fue miembro activo del Ku Klux Klan.

Su discurso no coherente y los continuos cambios en sus convicciones, dan cuenta de una personalidad inestable lo cual es sumamente peligroso cuando se manejan capacidades y posibilidades que influyen en la vida de millones de personas, en este caso cuando se está hablando del hombre que preside el país más poderoso del planeta.

En un mensaje del escritor inglés Nate White que ha sido ampliamente reproducido en las redes sociales, al caracterizar a Trump dice que éste:  “Golpea bajo, lo que un caballero no debe, nunca podría hacer, y cada golpe que apunta está por debajo del cinturón. Le gusta particularmente patear a los vulnerables o los sin voz”.  Agrega: “Se convierte en una forma de arte; es un Picasso de mezquindades; un Shakespeare de mierda”, y continúa: “Sus defectos tienen defectos… Dios sabe que siempre ha habido gente estúpida en el mundo, y mucha gente desagradable también. Pero raramente la estupidez ha sido tan desagradable, o la maldad tan estúpida. Él hace que Nixon parezca digno de confianza y George W. [Bush] parezca inteligente”.

Para finalizar su descripción escribe que “si Frankenstein decidiera hacer un monstruo montado enteramente de defectos humanos, haría un Trump. Y si ser un idiota fuera un programa de televisión, Trump sería una serie”.
Ahora veamos algunas acciones de Trump: Manifestó pública felicidad por el incremento de los pacientes contagiados por coronavirus en Irán.

Aprobó la realización de maniobras militares en Europa, Bahréin, Colombia y el Caribe en el momento más álgido del coronavirus en Europa y Estados Unidos. No le interesó saber que la gripe española reportada por primera vez en Fort Riley (Kansas, Estados Unidos) en 1918 fue potenciada por la primera guerra mundial y llevada de América a Europa por un soldado estadounidense.

Se transformó en el primer presidente que le declara la guerra bacteriológica a sus propias fuerzas armadas si se considera que esta decisión ha significado que además del “Theodore Roosevelt”, los portaaviones “Ronald Reagan”, “Carl Vinson” y “Nimitz” también tienen casos confirmados de coronavirus.
Celebró la destitución del jefe del portaviones “Theodore Roosevelt” que había solicitado que sus marineros pudieran cumplir correctamente la cuarentena.

Incitó a realizar manifestaciones en contra de los gobernadores demócratas que decretaron cuarentena y distanciamiento social, llamando a “liberar a Minnesota. Michigan y Virginia”.
Determinó arbitrariamente la apertura del comercio y las actividades deportivas cuando todavía el coronavirus se encuentra en su mayor apogeo.

Amenazó con cerrar el Congreso de su país, si los parlamentarios no aprobaban las propuestas que él había hecho para designar nuevos cargos en la administración.

Ordenó aprobar en el congreso una ley de apoyo a Taiwán que violenta los acuerdos sobre los que se sustentan las relaciones entre Estados Unidos y China, el mismo día que tuvo una conversación telefónica amistosa con el presidente Xi Jinping.
Insistió sin pruebas en culpar a China de ser causante de la pandemia y a la OMS de ser cómplice de su propagación.

Recomendó el uso de la hidroxicloroquina para el tratamiento del virus, contra la opinión informada de la OMS y de las propias autoridades de salud de su país, sólo porque es accionista del laboratorio francés que produce el fármaco. En Brasil le hicieron caso y se produjeron 11 muertes.

Ordenó retirar el aporte monetario de Estados Unidos a la OMS, en pleno desarrollo de la pandemia.
Estimuló las compras de armas de los ciudadanos como instrumento de defensa previendo que la pandemia y la crisis que pueda producir generará masas disconformes que asalten los comercios y las viviendas.
monlan2001@yahoo.com

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