Por Carolina Vásquez Araya:
Un movimiento despertado de su latencia capaz de destruir
todo sentimiento humanitario.
Europa, Estados Unidos y ahora América Latina viven bajo la
sombra de uno de los movimientos más destructivos de la historia de la
Humanidad. El fascismo revivido hace estragos con cualquier intento de
humanizar las políticas de los Estados y carcome el alma misma de las
sociedades, creando una ola de rechazo por todo lo considerado “diferente” y
segregando a los grupos más pobres como si fueran estos los culpables por todos
los males del planeta.
Claudia Patricia encontró la muerte por mandato desde la
cabeza misma del imperio, desde el momento que el presidente del país más
poderoso del planeta emprendió la misión de “limpiar” su territorio de latinos
y toda clase de extranjeros “indeseables” para sus planes de imponer un estilo fascista
de gobierno. Al parecer ignorante de su propia historia, este mandatario se ha
empeñado, con una persistencia digna de mejores causas, a la tarea de
transformar a la sociedad estadounidense en una especie de modelo de su
concepto de comunidad en la cual no tiene cabida la diversidad.
Claudia Patricia no encaja en el perfil aceptable para las
leyes de inmigración de Estados Unidos. Tampoco encajó en los grupos objetivo
de los planes de desarrollo de su país, Guatemala, en donde no tuvo oportunidad
de tener acceso a una educación de calidad que le permitiera progresar en la
vida. De haberla tenido, hoy probablemente viviría. En su pueblo, San Juan
Ostuncalco, tal y como suele suceder en las áreas rurales guatemaltecas, los
servicios estatales son deficientes; la población carece de agua potable,
letrinas y cobertura educativa suficiente para una población en creciente
aumento, con niveles inaceptables de pobreza y abandono.
Así como ella no encajaba en los planes de su gobierno,
tampoco lo han hecho los miles de niños, niñas y adolescentes migrantes desde
estas tierras, quienes atrapados en una cadena de horrores desde su nacimiento
y ávidos de encontrar una ruta hacia el futuro, se lanzan en una aventura
demencial. De ese desfile interminable hacia la tierra de la abundancia son
pocos quienes logran su cometido. Muchos quedan en el camino sometidos a los
más atroces abusos por las organizaciones criminales, dedicadas -con
complicidad de las autoridades de todos los países involucrados- al muy
productivo negocio de la trata de seres humanos. Otros, simplemente, son
víctimas de su propia fragilidad y quedan tirados en el desierto, ahogados en
los ríos durante una travesía para la cual nunca estarían preparados o muertos
de un balazo, pero sin quien registrara el hecho para denunciarlo.
De este lado del continente su familia la llora y las redes
hierven de justa indignación por este absurdo hecho de sangre. Las autoridades,
por su parte, muy atareadas en luchar contra la Cicig para poner atención a
este “hecho aislado”.
A Claudia Patricia la condenaron su pobreza, su país y el
fascismo revivido.
elquintopatio@gmail.com
Un recuerdo a ella como simbolo.Y un odio al sistema de dominio mundialencarnado en la BESTIA eeuu,como dijo marti "Conozco al monstruo,porqu vivi´en sus entrañas.
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