Por Julio Sergio Alcorta Fernández:
En el documento anterior del 18 de junio, expuse que; “a
Trump y sus asesores, que no tienen nada de tontos” …” tienen definida su
estrategia que seguramente se asemeje a la de su elección en noviembre de 2016.
En este sentido, considero provechoso para los que queremos
hurgar con más acentuación cómo fue posible que un desconocido político haya
podido escalar sorpresivamente a ser presidente del imperio más poderosos que
haya existido, internarnos en ese barullo de primarias y nominaciones
partidistas acontecidas fundamentalmente en el 2016, año en que se celebraron
las elecciones presidenciales el primer martes de noviembre.
En aquel momento fue algo estrafalario y ridículo ver como
Donald Trump logró pasar de “ser un chiste” a arrasar en las primarias del
Partido Republicano.
Todos sus contrarios: Ted Cruz, Jeb Bush, Marco Rubio y
otros más, fueron ampliamente aplastados y eliminados cuando se enfrenaron al
mentiroso multimillonario.
Sin embargo, pareciera como un castigo a alguien que
consideraban un intruso, que desde muy temprano tuvo que afrontar el empuje de
una parte mayoritaria de su Partido.
Fue tal la aversión que, desde el inicio, en una revuelta
partidista, se sumaron medio centenar de expertos republicanos en política
exterior que publicaron una carta conjunta en la que se comprometieron a
trabajar enérgicamente en contra de una presidencia a Trump.
Finalmente, no quedó más remedio que importantes sectores de
la dirigencia republicana aceptara a regañadientes que Trump no solo era la
opción menos mala, sino que eventualmente era imparable en la carrera para ser
candidato.
La conclusión que sacaron fue que “pueden vivir con Trump,
pero no con Ted Cruz”.
Y, lógicamente, ya en febrero 2016, era el favorito en las
encuestas de los republicanos para presidente.
Estando decidido los dos contendientes por ambos partidos,
Trump y la Clinton, en el intervalo hasta esa fecha de las elecciones el 3 de
noviembre de 2016, el opulento xenófobo y misógino aspirante republicano
arremetió desaforada y desvergonzadamente contra su rival, burlándose de las
apariencias físicas de ella y de cuantas se atrevieran a enfrentarlo, incluso
criticando ferozmente el matrimonio Clinton-Hillary.
Se promocionó en el país como el abanderado de la rabia
populista blanca.
Pero, por otro lado, hay que subrayar que los que estuvieron
al tanto de todas las incidencias, observaron que, independientemente de estos
gazapos del troglodita, mostró que estaba perfectamente aconsejado de cuáles
eran los temas primordiales en los que debía acentuar sus esfuerzos.
Y es así como Trump entendió mejor que su rival, que una
porción significativa de la sociedad estadounidense estaba temerosa.
Comprendió de alguna manera las preocupaciones de los
Estados con menos formación académica y más pobres, de que éstos tenían miedo
de que su país estuviera cambiando a su alrededor cada vez más poblado por
gente cuyo idioma materno era el español y no el inglés.
Que ganar las elecciones resulta más útil ganar en muchos
Estados, aunque sea por un voto de ventaja que ganar en pocos Estados con una
abrumadora ventaja de millones de votos.
Tuvo la habilidad de entender que el empresario en su
nación, en su mayoría, sienten un profundo y visceral enojo hacia esa cosa
amorfa en Washington, que es el “establishment”, la clase dirigente tradicional
a la que pertenecen los centenares de congresistas que ocupan un escaño en el
capitolio, algunos desde hace décadas.
Hay que recalcar de nuevo que el artífice en la recta final
de la campaña, fue Steve Bannon, sujeto que se destaca por ser fanático de
impulsar toda suerte de teorías conspirativas, ultra-derechista, racista,
sexista y xenófobo.
Han transcurrido casi 4 años de Trump en la presidencia de
los Estados Unidos, e independientemente de diversos complejos y gravísimos
problemas que están afectando a esa nación, que habría que analizarlos en otra
ocasión, nos encontramos de nuevo con el periodo de preselecciones
presidenciales en el que ya están definidos sus oponentes: Joe Biden por el
Partido Demócrata, y Donald Trump para reelegirse por el Partido Republicano.
Restan solamente un poco más de 3 meses para arribar al
primer martes de noviembre, y como nos habíamos imaginado, Trump está
enloquecido desplegando sus acostumbrados shows publicitarios y sus amenazas, a
pesar de que los datos que nos llegan de los infestados y los fallecidos por la
pandemia son espantosos y holocausticos, lo que parece no importarle.
Recientemente pudimos contemplar su visita pre-electoral,
con su séquito y con los correspondientes fuegos artificiales, al Monte
Rushmore, emblema de la grandeza norteamericana. Una muestra de que su campaña está
priorizando este simbolismo tan descollante en el egocentrismo de ese pueblo y
sus dirigentes.
Considero que en estos 90 días que faltan para las
elecciones, esta caterva de anormales va a espantar a todos con las acciones
más absurdas, increíbles y disparatadas, que irán poniendo en práctica según se
vean apresados por las circunstancias.
Es de preocuparse que no se vislumbran los esfuerzos de los
demócratas con tal de contrarrestar lo que se presagia con tanta evidencia.
Pareciera que solamente están esperando pacientemente a que
sea la pandemia la que los libre de un posible descalabro. Muy pronto lo
sabremos.
La Habana, Cuba, 12 de julio de 2020.” Año 62 de la
Revolución”. JSAF
jalcorta@nauta.cu
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