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sábado, 4 de julio de 2020

Las decepciones y humanas en la sociedad y sus instituciones políticas en crisis perfiladoras de patologías en contraste y contradicciones



Por Mariano Sierra:

Genealogía y desaparición de la fe y el actuar sensato, respetuoso y responsable en las interrelaciones sociales y políticas.

Cuando nos decepciona Dios y cuando decepcionamos a Dios y nos decepcionamos nosotros mismos-.  Las razones para fundamentar estas decepciones tienen su esencia en nuestra naturaleza humana.  Y esa naturaleza nos dice que pensamos y actuamos según las perspectivas del hombre. Tenemos que entender nuestra, condición humana y las expectativas de Dios. Entonces vamos a entender que hoy el hombre tiene su propio Dios personal, maneja su voluntad y el querer de su libertad, de su libre albedrío, para en conciencia actuar como el cree.


Vivimos una permanente decepción ocasionada por la indiferencia, la conducta social, por la mentira, por las falsedades, por los incumplimientos de unos y otros en la amistad, en la lealtad, en la verdad, en la sinceridad, en el respeto y en la forma de creer, por la gobernabilidad corrupta por los manejos políticos, económicos, Sociales dentro del marco democrático y constitucional.

En la medida que cursan pensamientos diversos acerca del hombre y de Dios, la sociedad asume papeles que eclipsan la existencia de lo natural y lo sobrenatural. La decepción que vivimos es porque una sociedad consumista y tecnológica quiere controlar y condicionar todo, hasta a Dios. Queremos que Dios cumpla nuestra voluntad y no la de Él. Es como decir que Dios debe alinearse a la voluntad humana, quedando este en segundo plano.

Esta vivencia genera un gran vació porque el hombre se siente dios dado su ímpetu de poder que lo embriaga. Con la muerte que se le ha dado a Dios el hombre no agota esfuerzos para que sea algo irreal, que es solo un principio más, así nos lo hace saber un autor con gran propiedad. Ante las decepciones que se nos dan por distintos motivos, tenemos que revisar quien es el causante de los males que nos decepcionan, para no estar viviendo ese enfrentamiento tan peligroso. Cuando el hombre se decepciona de Dios es porque lo ha sacado de su interior, y es allí cuando el hombre asume el papel de Dios perfilando una vida sin sentido.

 La decepción es un común denominador en la vida que ha llevado al hombre hasta el increencia de Dios que ya de por si implica un agravante en el espíritu y la dimensión de todo creyente sea cual fuere su convicción. Y de otra parte la religión y su institucionalidad no ha sido órgano integrador que lleve orientaciones de esperanza que opaquen la decepción que sufre la humanidad porque allí se viven también poderes que abogan por intereses personales donde la flema de la evangelización perdió su horizonte cristológico.

 Podíamos decir entonces que Dios nos decepcionaría porque nos conducimos por sus caminos, caminos que escapan a nuestro entendimiento. Los caminos de Dios son sus caminos no los nuestros. Dios actúa según su voluntad, voluntad que dista de la nuestra pues el alcance de la voluntad de Dios es el amor, amor que nos falta entender y dar.

La voluntad de Dios es que cada uno actué, con honestidad, con perdón, con humildad, con justicia, con respeto, con libertad responsable., pero esencialmente con amor. Cuando actuamos distinto a esos principios los resultados serán esquivos a lo deseado configurándose una desacato- Entonces... Quien es el que nos decepciona ¿Cuantas veces nos vemos decepcionados por Dios ¿Pueden ser muchas? Eso es malo ¿Podemos decir que no, porque es parte de nuestra condición humana, de nuestra fragilidad, de nuestra insatisfacción?

El hombre es un ser totalmente insatisfecho. Por su egoísmo, por su ambición ve desvanecidas sus esperanzas... y acude a Dios. Pero Dios guarda silencio que que nosotros y viene la decepción, fluye la debilidad de la fe, la aptitud indecisa.  A Dios no lo debemos acosar, hay que dejar a DIOS ser DIOS pues sus planes no son nuestros planes.

Dios calla, hay ausencia, porque él sabe cuándo decide actuar. Dios no huye del hombre, pero el hombre si huye. Que hacer ¿dejar que nuestra voluntad se adecue a la voluntad de Dios? Tal vez no pues somos libres, dotados de libertad e inteligencia, de poder de decisión, pero también dotados de la capacidad de discernir entre lo bueno y lo malo. Pero de otro lado también digamos... No será que Dios es el que se decepciona de nosotros… Acaso no se sintió decepcionado con la creación del hombre, acaso no se decepciono de Pedro cuando este le negó tres veces, acaso no se decepciono de Judas por su traición, Acaso no se decepcionó de Tomas quien no creyó en su resurrección. . Aunque le decepcionemos su conducta amorosa, Dios sigue siendo igual, sin reparos ni condiciones.

Ante la existencia de Dios.  se debe creer o no creer, no estar nadando entre probabilidades, en diatribas que indican nuestra falta de juicio, de criterio o simplemente por arrogancia ante los demás, nos ufanamos, buscando sobrevivir gracias a grotescas habilidades políticas y sociales.

El hombre ante un mundo relativista ha eclipsado a su Dios con la violencia, la corrupción, el placer y todo desorden social. Cioran el filósofo nos recuerda que la vida es posible, si hay olvido, pero también Sastre nos recuerda........El hombre es un ser que espera y, por lo tanto, acaba conociendo la decepción.

Que enseña la decepción. Que debemos desalojar de nuestro interior todo lo que vaya en contra de la voluntad sobrenatural. Es prerrogativa de Dios actuar cuando Él lo decida esperando de parte nuestra la transformación del mundo, buscando que nosotros cumplamos sus leyes como el amor al prójimo, el dar alivio a los más débiles con nuestro sentir social, con el amor que fuimos creados.

Si miramos la realidad social, como personas estamos decepcionados de esta sociedad que se muestra indiferente, incoherente, individualista, importando solo yo. De allí que cualquier cambio social o político sea vea difícil de darse. Una observancia histórica nos demuestra esta postura por los sucesos de las guerras, las llamadas revoluciones, no obstante, mínimas excepciones.

En la vida todos los días nos enfrentamos a miles de problemas y en ese devenir sufrimos decepciones. Ante esta gran disyuntiva debemos revisar con quienes compartimos nuestros actos, debemos preparar un balance para examinar porque causas se presentaron esas decepciones, en donde somos débiles para que evitar darnos cuenta de las conductas, o si carecemos de falta de conocer donde hay lealtad o exageramos en la confianza hacia los demás.

Las decepciones son un termómetro socia que conduce a conocer las personas que nos rodean en todo orden social. Todos los magros resultados han contribuido a debilitar nuestra ya decadente identidad. Nuestra fragilidad en el sentido de la vida ante el mundo, está también eclipsada y con ella los principios y valores que encarnan nuestro ser.

Dios hoy vive decepcionado…Crisis, violencia, hambre, falta de trabajo, desplazados, corrupciones en todos los entornos sociales, carencia de amor en el mundo, guerras políticas, religiosas económicas, crecimiento de distorsionadores de la paz, injusticias por doquier. La casa universal del mundo se desploma. Ya no es la bella aldea que nos fue entregada para transformarla donde imperaba el reino de lo admirable, de la alegría, el edén de la paz y el amor.

Tristemente hay que decirlo, pero el hombre no actúa como agente de fe comprometida con el mundo y la construcción armónica de la vida. Por ello le devienen las decepciones y con ellas el crecimiento desordenado de las pasiones. Diríase que este es un razonar destructivo complementado con proyectos globalizantes que fluyen en pos de afianzar más los poderes, de crecer los bienes materiales, de dejarnos llevar por nuestro ego, por ese endiosamiento que nos apasiona lleno de ambición, de dominación superflua que angustia. Queremos ser por el tener y no por el ser, ser

Este panorama hace surgir la pregunta ... ¿De qué se decepciona el hombre de DIOS? No hay ninguna razón cuando el hombre es protagonista del magnicidio que estamos viviendo. El hombre mismo se decepciona de sí mismo.  El dialogo de Dios hombre, hombre y naturaleza esta diluido. El hombre surge en este panorama como amo, dios y señor prescindiendo del reino del superior. El hombre juega a ser Dios, su pasión posesoria lo encumbra por la vida desconociendo a Dios, reemplazándolo por la tecnología, por la gran ciencia limitada por el fluir de los dioses que los hombres fabricamos, por el dinero y las superficialidades materiales, por el placer y el consumo.

El mundo vive el eclipse de DIOS o mejor lo eclipsamos debido a la actuación de la libertad humana irresponsable y en ese sentido la libertad llega al hombre dándole ímpetu de prepotencia, constituyendo la voluntad de poder por la falta de fe o tal vez se tenga una fe de apariencia, una fe fingida, una fe comercial. La ausencia de Dios proporciona al hombre un gran vacío que insensibiliza su espíritu, sus sentimientos. Sabemos la existencia de Dios, pero el hombre sabe solo de una existencia yerma.

 La fe está sometida al criterio de la razón yendo en línea con la decepción de Dios. Lo anotado se concluye que para el hombre la religión es una alienación, de allí el imperativo de la búsqueda de nuevos caminos que lleven al hombre a fortalecer la fe y para ello se dispone de muchas complejidades o fantasías del mundo, pero pocas veces ve el camino del amor, del servicio, del perdón y la lucha por la justicia y las desigualdades que lo comprometan con los suyos.

 Nos  decepcionamos  social y  políticamente de aquellos que se escudan en Dios para hacer el mal, de los que se escudan en la justicia para condenar impunemente, nos decepcionamos de aquellos gobernantes a quienes elegimos y violan los derechos de la humanidad, nos  decepcionamos de aquellos que atropellan a los trabajadores, nos  decepcionamos de aquellos  que legislan profiriendo leyes impopulares para su propio bien, nos decepcionamos de los que  defienden la patria y acaban con la vida de inocentes acudiendo a patrañas perversas, nos decepcionamos de tantos que a nuestro entorno falsean su personalidad, su lealtad, el respeto, su sinceridad, su amistad con sus trajes de gran señor y sus perfiles enseñoreados y superfluos que los descalifican.

Nos decepciona Dios y por eso queremos fabricar un Dios a nuestra manera o medida, como la religión que nos han enseñado tantas cosas que han distorsionando muchas verdades. No más decepciones y vayamos a encontrar caminos de liberación que profundicen compromisos efectivos que ofrezca al mundo soluciones coherentes que despierten la conciencia social.

Ante un mundo que se mueve en los albores del desconcierto humano y espiritual no nos queda más que luchar con ahínco para recuperar la esperanza apocalíptica que nos lleve a la liberación de la decepción y a incrementar el vitalismo de la fe y el espíritu revolucionario de un Jesús en el cual no cabe ninguna decepción.
El tema de la decepción nos introduce en muchos interrogantes que nos ubica en las relaciones del hombre con Dios y la naturaleza y a reflexionar sobre lo que crea el mundo, aunque siempre Dios sigue creando. El hombre solo se convierte en el transformador de las realidades sociales pero hechas a su amaño, sin el espíritu humanista- La voluntad de Dios hay que vivirla aceptando que ese nuestro. Dios está por fuera de toda decepción.

Con la decepción de Dios sobreviene también un conflicto con Dios. Dice un teólogo que Dios no pertenece al mundo de la necesidad, sino de la búsqueda. Hoy el hombre no busca a Dios y si lo hace es por una necesidad, pero Dios acude cuando El decida, entonces nuestro hombre se decepciona, reacciona como lo hizo Job.

La conciencia humana es dimensional ante las malas composturas que decepcionan. Mientras que el evangelio de Jesús espíritu humanizado que venció la carne, señala que al hombre lo corrompe su actuar, lo que él piensa, y en ese pensar contiene actos decepcionantes, que son una afrenta contra el hombre, contra el Dios y la naturaleza. Toda esta flexión puede causar roña, pero no es la intención molestar ninguna creencia. Solo nos objetiva discernir para compartir pensamientos.

El ser humano advierte muchas capacidades, pero desoye las realidades convirtiendo todo en un caos decepcionante proveniente de entornos socio políticos que desencadenan en tragedias crónicas. La contemporaneidad refleja que los estados más decepcionantes son la amistad, la religión, la política, el amor y la familia sin que otros no merezcan importancia. La decepción es prototipo de la existencia humana, por ello estamos sometidos a duras exigencias que oprimen.

La espiritualidad, fuerza para enfrentar las decepciones también se eclipsa haciéndonos vulnerables, creando decepción en la fe y en las falsas conciencias que dominan. Los regímenes que gobiernan aceleran las decepciones con ofrecimientos que no cumplen. El ascensor social y político sube plagado de decepciones por parte de una comunidad que el estado la mantiene invisible, más aún en el momento presente donde el manejo pandémico deja mucho que desear.

Pero hay otro ser que vive una constante decepción... La naturaleza que recibe el impacto nefasto del hombre y sus instituciones convirtiéndola en una víctima terminal que en sus estertores de muerte aflora su dolor causando desastres que afectan sus componentes generadores de vida.

Urge aún más para que no suframos tanta decepción, una alianza entre el hombre, la naturaleza y su Dios, empleando estilos de vida nuevos como ya lo anunciamos. Esta enseñanza es para no destruirnos, para hacer que no se nos sigan imponiendo voluntades que descalifican, sino la necesidad de luchar para el bien común como practica social y política y espiritual, llevando a cabo cambios radicales para no preservar corrupciones, injusticias, agresiones y violencias de géneros distintos provenientes de sectores diversos, donde todos estos actos mezquinos, son físicas decepciones constitucionales y sociales.

 La tristeza de las decepciones y las traiciones deben servirnos de experiencia, no para venganzas, sino para entender la condición humana que se presenta con piel de oveja e instinto de lobo o disfrazados cual tartufos que se desplazan en los recintos de las altas cortes de los estados. Y las instituciones

Se desprende para el hombre otro problema a enfrentar…Un conflicto con su DIOS, conflicto que se circunscribe a entenderlo en su dimensión, y amor, a entender la libertad humana y sus límites, a entender la voluntad de Dios, a entender la existencia de Dios, a entender la experiencia de la fe, a entender los dogmas, el mal y el bien y el mensaje evangélico. Pero no obstante el latente conflicto y la decepción, el hombre no puede vivir sin Dios pues siempre encontrara razones para creer en Dios a su manera o según sus convicciones, creer en el Jesús de la Historia o de la fe.

Vivimos engañando para ocultar perversas pretensiones y por ello causamos decepciones, explotamos la moral y la ética rindiendo culto profano y yelmo a nuestra personalidad.

Para romper algunos de los tajantes paradigmas aquí contenidos necesita el hombre de una gran madurez espiritual y personalidad en la fe y en sus principios y valores que lo lleve sin decepciones ni conflictos a Dejar a Dios ser Dios y a la sociedad a medir sus actos con respeto.
marsblawyer@gmail.com

1 comentario:

  1. Muy bueno tu artículo y propicio para los momentos que estamos viviendo actualmente, una pandemia que llega en un momento inapropiado, que nos priva de libertad, nos quita el sueño, la esperanza y nos obliga a conformarnos con lo que decidan los poderosos, la desigualdad y la injusticia prevalecen, esperando que nuestro Dios se manifieste a favor nuestro.

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