Por Mariano Sierra:
Genealogía y desaparición de la fe y el actuar sensato,
respetuoso y responsable en las interrelaciones sociales y políticas.
Cuando nos decepciona Dios y cuando decepcionamos a Dios y
nos decepcionamos nosotros mismos-. Las
razones para fundamentar estas decepciones tienen su esencia en nuestra
naturaleza humana. Y esa naturaleza nos
dice que pensamos y actuamos según las perspectivas del hombre. Tenemos que
entender nuestra, condición humana y las expectativas de Dios. Entonces vamos a
entender que hoy el hombre tiene su propio Dios personal, maneja su voluntad y
el querer de su libertad, de su libre albedrío, para en conciencia actuar como
el cree.
Vivimos una permanente decepción ocasionada por la
indiferencia, la conducta social, por la mentira, por las falsedades, por los
incumplimientos de unos y otros en la amistad, en la lealtad, en la verdad, en
la sinceridad, en el respeto y en la forma de creer, por la gobernabilidad
corrupta por los manejos políticos, económicos, Sociales dentro del marco
democrático y constitucional.
En la medida que cursan pensamientos diversos acerca del
hombre y de Dios, la sociedad asume papeles que eclipsan la existencia de lo
natural y lo sobrenatural. La decepción que vivimos es porque una sociedad
consumista y tecnológica quiere controlar y condicionar todo, hasta a Dios.
Queremos que Dios cumpla nuestra voluntad y no la de Él. Es como decir que Dios
debe alinearse a la voluntad humana, quedando este en segundo plano.
Esta vivencia genera un gran vació porque el hombre se
siente dios dado su ímpetu de poder que lo embriaga. Con la muerte que se le ha
dado a Dios el hombre no agota esfuerzos para que sea algo irreal, que es solo
un principio más, así nos lo hace saber un autor con gran propiedad. Ante las
decepciones que se nos dan por distintos motivos, tenemos que revisar quien es
el causante de los males que nos decepcionan, para no estar viviendo ese
enfrentamiento tan peligroso. Cuando el hombre se decepciona de Dios es porque
lo ha sacado de su interior, y es allí cuando el hombre asume el papel de Dios
perfilando una vida sin sentido.
La decepción es un
común denominador en la vida que ha llevado al hombre hasta el increencia de
Dios que ya de por si implica un agravante en el espíritu y la dimensión de
todo creyente sea cual fuere su convicción. Y de otra parte la religión y su
institucionalidad no ha sido órgano
integrador que lleve orientaciones de esperanza que opaquen la decepción que
sufre la humanidad porque allí se viven también poderes que abogan por
intereses personales donde la flema de la evangelización perdió su horizonte
cristológico.
Podíamos decir
entonces que Dios nos decepcionaría porque nos conducimos por sus caminos,
caminos que escapan a nuestro entendimiento. Los caminos de Dios son sus
caminos no los nuestros. Dios actúa según su voluntad, voluntad que dista de la
nuestra pues el alcance de la voluntad de Dios es el amor, amor que nos falta
entender y dar.
La voluntad de Dios es que cada uno actué, con honestidad,
con perdón, con humildad, con justicia, con respeto, con libertad responsable.,
pero esencialmente con amor. Cuando actuamos distinto a esos principios los
resultados serán esquivos a lo deseado configurándose una desacato- Entonces...
Quien es el que nos decepciona ¿Cuantas veces nos vemos decepcionados por Dios
¿Pueden ser muchas? Eso es malo ¿Podemos decir que no, porque es parte de
nuestra condición humana, de nuestra fragilidad, de nuestra insatisfacción?
El hombre es un ser
totalmente insatisfecho. Por su egoísmo, por su ambición ve desvanecidas sus
esperanzas... y acude a Dios. Pero Dios guarda silencio que que nosotros y viene la decepción, fluye la debilidad
de la fe, la aptitud indecisa. A Dios no
lo debemos acosar, hay que dejar a DIOS ser DIOS pues sus planes no son
nuestros planes.
Dios calla, hay ausencia, porque él sabe cuándo decide
actuar. Dios no huye del hombre, pero el hombre si huye. Que hacer ¿dejar que
nuestra voluntad se adecue a la voluntad de Dios? Tal vez no pues somos libres,
dotados de libertad e inteligencia, de poder de decisión, pero también dotados
de la capacidad de discernir entre lo bueno y lo malo. Pero de otro lado
también digamos... No será que Dios es el que se decepciona de nosotros… Acaso
no se sintió decepcionado con la creación del hombre, acaso no se decepciono de
Pedro cuando este le negó tres veces, acaso no se decepciono de Judas por su
traición, Acaso no se decepcionó de Tomas quien no creyó en su resurrección. .
Aunque le decepcionemos su conducta amorosa, Dios sigue siendo igual, sin
reparos ni condiciones.
Ante la existencia de Dios.
se debe creer o no creer, no estar nadando entre probabilidades, en
diatribas que indican nuestra falta de juicio, de criterio o simplemente por
arrogancia ante los demás, nos ufanamos, buscando sobrevivir gracias a
grotescas habilidades políticas y sociales.
El hombre ante un mundo relativista ha eclipsado a su Dios
con la violencia, la corrupción, el placer y todo desorden social. Cioran el
filósofo nos recuerda que la vida es posible, si hay olvido, pero también
Sastre nos recuerda........El hombre es un ser que espera y, por lo tanto,
acaba conociendo la decepción.
Que enseña la decepción. Que debemos desalojar de nuestro
interior todo lo que vaya en contra de la voluntad sobrenatural. Es
prerrogativa de Dios actuar cuando Él lo decida esperando de parte nuestra la
transformación del mundo, buscando que nosotros cumplamos sus leyes como el
amor al prójimo, el dar alivio a los más débiles con nuestro sentir social, con
el amor que fuimos creados.
Si miramos la realidad social, como personas estamos
decepcionados de esta sociedad que se muestra indiferente, incoherente,
individualista, importando solo yo. De allí que cualquier cambio social o
político sea vea difícil de darse. Una observancia histórica nos demuestra esta
postura por los sucesos de las guerras, las llamadas revoluciones, no obstante,
mínimas excepciones.
En la vida todos los días nos enfrentamos a miles de
problemas y en ese devenir sufrimos decepciones. Ante esta gran disyuntiva
debemos revisar con quienes compartimos nuestros actos, debemos preparar un
balance para examinar porque causas se presentaron esas decepciones, en donde
somos débiles para que evitar darnos cuenta de las conductas, o si carecemos de
falta de conocer donde hay lealtad o exageramos en la confianza hacia los
demás.
Las decepciones son
un termómetro socia que conduce a conocer las personas que nos rodean en todo
orden social. Todos los magros
resultados han contribuido a debilitar nuestra ya decadente identidad. Nuestra
fragilidad en el sentido de la vida ante el mundo, está también eclipsada y con
ella los principios y valores que encarnan nuestro ser.
Dios hoy vive decepcionado…Crisis, violencia, hambre, falta de trabajo, desplazados, corrupciones
en todos los entornos sociales, carencia de amor en el mundo, guerras
políticas, religiosas económicas, crecimiento de distorsionadores de la paz,
injusticias por doquier. La casa universal del mundo se desploma. Ya no es la
bella aldea que nos fue entregada para transformarla donde imperaba el reino de
lo admirable, de la alegría, el edén de la paz y el amor.
Tristemente hay que decirlo, pero el hombre no actúa como
agente de fe comprometida con el mundo y la construcción armónica de la vida.
Por ello le devienen las decepciones y con ellas el crecimiento desordenado de
las pasiones. Diríase que este es un razonar destructivo complementado con
proyectos globalizantes que fluyen en pos de afianzar más los poderes, de
crecer los bienes materiales, de dejarnos llevar por nuestro ego, por ese
endiosamiento que nos apasiona lleno de ambición, de dominación superflua que
angustia. Queremos ser por el tener y no por el ser, ser
Este panorama hace surgir la pregunta ... ¿De qué se
decepciona el hombre de DIOS? No hay ninguna razón cuando el hombre es
protagonista del magnicidio que estamos viviendo. El hombre mismo se decepciona
de sí mismo. El dialogo de Dios hombre,
hombre y naturaleza esta diluido. El hombre surge en este panorama como amo, dios
y señor prescindiendo del reino del superior. El hombre juega a ser Dios, su
pasión posesoria lo encumbra por la vida desconociendo a Dios, reemplazándolo
por la tecnología, por la gran ciencia limitada por el fluir de los dioses que
los hombres fabricamos, por el dinero y las superficialidades materiales, por
el placer y el consumo.
El mundo vive el eclipse de DIOS o mejor lo eclipsamos
debido a la actuación de la libertad humana irresponsable y en ese sentido la
libertad llega al hombre dándole ímpetu de prepotencia, constituyendo la
voluntad de poder por la falta de fe o tal vez se tenga una fe de apariencia,
una fe fingida, una fe comercial. La ausencia de Dios proporciona al hombre un
gran vacío que insensibiliza su espíritu, sus sentimientos. Sabemos la
existencia de Dios, pero el hombre sabe solo de una existencia yerma.
La fe está sometida
al criterio de la razón yendo en línea con la decepción de Dios. Lo anotado se
concluye que para el hombre la religión es una alienación, de allí el
imperativo de la búsqueda de nuevos caminos que lleven al hombre a fortalecer
la fe y para ello se dispone de muchas complejidades o fantasías del mundo,
pero pocas veces ve el camino del amor, del servicio, del perdón y la lucha por
la justicia y las desigualdades que lo comprometan con los suyos.
Nos decepcionamos
social y políticamente de aquellos
que se escudan en Dios para hacer el mal, de los que se escudan en la justicia
para condenar impunemente, nos decepcionamos de aquellos gobernantes a quienes
elegimos y violan los derechos de la humanidad, nos decepcionamos de aquellos que atropellan a
los trabajadores, nos decepcionamos de
aquellos que legislan profiriendo leyes
impopulares para su propio bien, nos decepcionamos de los que defienden la patria y acaban con la vida de
inocentes acudiendo a patrañas perversas, nos decepcionamos de tantos que a
nuestro entorno falsean su personalidad, su lealtad, el respeto, su sinceridad,
su amistad con sus trajes de gran señor y sus perfiles enseñoreados y
superfluos que los descalifican.
Nos decepciona Dios y por eso queremos fabricar un Dios a nuestra
manera o medida, como la religión que nos han enseñado tantas cosas que han
distorsionando muchas verdades. No más decepciones y vayamos a encontrar
caminos de liberación que profundicen compromisos efectivos que ofrezca al
mundo soluciones coherentes que despierten la conciencia social.
Ante un mundo que se mueve en los albores del desconcierto
humano y espiritual no nos queda más que luchar con ahínco para recuperar la
esperanza apocalíptica que nos lleve a la liberación de la decepción y a incrementar
el vitalismo de la fe y el espíritu revolucionario de un Jesús en el cual no
cabe ninguna decepción.
El tema de la decepción nos introduce en muchos
interrogantes que nos ubica en las relaciones del hombre con Dios y la
naturaleza y a reflexionar sobre lo que crea el mundo, aunque siempre Dios
sigue creando. El hombre solo se convierte en el transformador de las
realidades sociales pero hechas a su amaño, sin el espíritu humanista- La
voluntad de Dios hay que vivirla aceptando que ese nuestro. Dios está por fuera de toda decepción.
Con la decepción de Dios sobreviene también un conflicto con
Dios. Dice un teólogo que Dios no pertenece al mundo de la necesidad, sino de
la búsqueda. Hoy el hombre no busca a Dios y si lo hace es por una necesidad,
pero Dios acude cuando El decida, entonces nuestro hombre se decepciona,
reacciona como lo hizo Job.
La conciencia humana
es dimensional ante las malas composturas que decepcionan. Mientras que el
evangelio de Jesús espíritu humanizado que venció la carne, señala que al
hombre lo corrompe su actuar, lo que él piensa, y en ese pensar contiene actos
decepcionantes, que son una afrenta contra el hombre, contra el Dios y la
naturaleza. Toda esta flexión puede causar roña, pero no es la intención
molestar ninguna creencia. Solo nos objetiva discernir para compartir
pensamientos.
El ser humano advierte muchas capacidades, pero desoye las
realidades convirtiendo todo en un caos decepcionante proveniente de entornos
socio políticos que desencadenan en tragedias crónicas. La contemporaneidad
refleja que los estados más decepcionantes son la amistad, la religión, la
política, el amor y la familia sin que otros no merezcan importancia. La
decepción es prototipo de la existencia humana, por ello estamos sometidos a
duras exigencias que oprimen.
La espiritualidad, fuerza para enfrentar las decepciones
también se eclipsa haciéndonos vulnerables, creando decepción en la fe y en las
falsas conciencias que dominan. Los regímenes que gobiernan aceleran las
decepciones con ofrecimientos que no cumplen. El ascensor social y político
sube plagado de decepciones por parte de una comunidad que el estado la
mantiene invisible, más aún en el momento presente donde el manejo pandémico
deja mucho que desear.
Pero hay otro ser que
vive una constante decepción... La naturaleza que recibe el impacto nefasto del
hombre y sus instituciones convirtiéndola en una víctima terminal que en sus
estertores de muerte aflora su dolor causando desastres que afectan sus
componentes generadores de vida.
Urge aún más para que no suframos tanta decepción, una
alianza entre el hombre, la naturaleza y su Dios, empleando estilos de vida
nuevos como ya lo anunciamos. Esta enseñanza es para no destruirnos, para hacer
que no se nos sigan imponiendo voluntades que descalifican, sino la necesidad
de luchar para el bien común como practica social y política y espiritual,
llevando a cabo cambios radicales para no preservar corrupciones, injusticias,
agresiones y violencias de géneros distintos provenientes de sectores diversos,
donde todos estos actos mezquinos, son físicas decepciones constitucionales y
sociales.
La tristeza de las
decepciones y las traiciones deben servirnos de experiencia, no para venganzas,
sino para entender la condición humana que se presenta con piel de oveja e
instinto de lobo o disfrazados cual tartufos que se desplazan en los recintos
de las altas cortes de los estados. Y las instituciones
Se desprende para el hombre otro problema a enfrentar…Un
conflicto con su DIOS, conflicto que se circunscribe a entenderlo en su
dimensión, y amor, a entender la libertad humana y sus límites, a entender la
voluntad de Dios, a entender la existencia de Dios, a entender la experiencia
de la fe, a entender los dogmas, el mal y el bien y el mensaje evangélico. Pero
no obstante el latente conflicto y la decepción, el hombre no puede vivir sin
Dios pues siempre encontrara razones para creer en Dios a su manera o según sus
convicciones, creer en el Jesús de la Historia o de la fe.
Vivimos engañando para ocultar perversas pretensiones y por
ello causamos decepciones, explotamos la moral y la ética rindiendo culto
profano y yelmo a nuestra personalidad.
Para romper algunos de los tajantes paradigmas aquí
contenidos necesita el hombre de una gran madurez espiritual y personalidad en
la fe y en sus principios y valores que lo lleve sin decepciones ni conflictos
a Dejar a Dios ser Dios y a la sociedad a medir sus actos con respeto.
marsblawyer@gmail.com
Muy bueno tu artículo y propicio para los momentos que estamos viviendo actualmente, una pandemia que llega en un momento inapropiado, que nos priva de libertad, nos quita el sueño, la esperanza y nos obliga a conformarnos con lo que decidan los poderosos, la desigualdad y la injusticia prevalecen, esperando que nuestro Dios se manifieste a favor nuestro.
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