La guerra en Colombia degeneró en barbarie y convirtió a la
política en heredera de la tragedia vivida, que incluso es usada para
justificar la continuidad de la tragedia misma, algo así como azuzar a las
víctimas a que defiendan su condición de víctimas o invitar al humillado a
justificar su necesidad de seguir humillado. Parece perverso, pero es real. Los
corruptos le ganan juicios al estado usando al mismo estado como juez y los
encargados de matar anuncian públicamente el nombre de su siguiente víctima y
hay gente que aplaude.
El modo de acción del partido en el poder, acostumbro a
medio país a ser indiferente, indolente, a ver morir y sonreír un poco, porque
mejor que nadie sabe convertir en chiste o espectáculo mediático la tragedia
ajena. Mejor que los comics convierten en juego la idea de hacer lo que sea o
lo que toque para conservar el poder. Su jugada maestra es de codicia, avaricia
y crueldad, juega sin reglas o las acomoda sin rubor. Nada en el campo de juego
del territorio colombiano corresponde a episodios particulares, ni a errores,
ni faltas, ni equivocaciones, esa es sencillamente su manera de jugar,
planeada, conectada. Su ejercicio de poder este articulado e impide que su tipo
de juego sea comprendido a cabalidad para enfrentarlo, juega rápido, reacciona
de inmediato. Esa es su mejor destreza.
Hace cerca de dos décadas el país encontraba en la
constitución de 1991 la llave de salida al laberinto del conflicto armado y su
jugada maestra fue cambiarle su medula, desarmar su estructura. Compraron a los
congresistas Teodolindo y Yidis y por dos votos personales la historia del país
es otra. Le metieron otra medula a una constitución que había valido la entrega
de armas de cinco grupos insurgentes, una movilización estudiantil con el lema
de “todavía podemos salvar a Colombia” y la aceptación de la sociedad para
legitimar con varios millones de votos una constituyente que renovó la
esperanza el 4 de julio de 1991.
La jugada maestra que hoy parece estar en proceso de cocción
es la misma de antes, volver a cambiar la medula a la constitución como misión
del partido de gobierno. Promover otra constituyente, para debilitar aún más al
estado de derecho y a los derechos y libertades ganadas y poner todo al alcance
totalitario del partido en el poder, unificado en torno a la causa profunda de
habilitar a su presidente para un mandato eterno con un partido único
nacional-uribista.
Las demás son “jugaditas”, unas para poner barreras a la
justicia, maltratar a jueces, magistrados, periodistas y opositores políticos o
para confundir sobre las “extrañas muertes” sistemáticas de líderes y lideresas
sociales. Y otras para eliminar límites y romper reglas, como reinventar el
limbo de guerra o paz o jugar a cambiar términos, palabras y conceptos, para
que las nuevas relaciones con las Naciones Unidas, queden sujetas a hacer creer
que en Colombia lo que hay es una “situación compleja”, sin conflicto, sin
tragedia.
La estrategia de la gran jugada maestra, ha sido esconder su
jugada principal entre jugaditas menores. Mantenerle a la gente metido el miedo
entre sus huesos y ponerla a mirar hacia otro lado. Enseñar que, en cualquier
parte, cualquiera puede encontrarse con un criminal muy peligroso que lo va a
atacar y que por eso es mejor ir con cuidado, no dar papaya como lo repetía la
mafia, no mirar, no ir en contravía, ir siempre por la derecha como lo anuncian
las vallas en las carreteras. Ese temor se replica, impide alzar la voz o
llamar a las cosas por su nombre y no permite gritar el basta ya, para que todo
cambie y la verdad de lo que ocurre vuelva a ocupar su lugar. ¿Y cómo no tener
miedo?, si siguen ocurriendo desapariciones forzosas, masacres,
descuartizamientos (en Bogotá uno por mes) o en Medellín cosas tan graves como
que según el gobernador “les están echando los cuerpos a los marranos para que
se los coman”, (el heraldo, julio 16 de 2019) y todos lo días asesinan líderes
sociales.
Las “jugaditas” como las del último minuto del presidente
del senado son convertidas en chiste, en episodio, que elimina la palabra de
los otros, mientras la jugada maestra avanza. El presidente del congreso para
defender sus vacíos, hizo jugaditas. Cuando adujeron que no tenía título de
bachiller, recibió en un fin de semana 17 reconocimientos del partido en el
poder, inclusive uno del presidente (semana.com, 10/06/2018) para tapar en
equipo su faltante de educación, formación y conocimiento; después usò el veto
de los “30 segundos niña y termina” para callar a la vocera estudiantil que
presentaba las razones de la más sólida movilización universitaria del siglo
XXI (elpulzo.com, 10/10/2018) y en el momento final el destino, aliado de la
democracia, le abrió el micrófono y todos oyeron su “ultima jugadita”, para
callar a la oposición política, a la que estigmatizó, intimidó, burló y
prácticamente mantuvo bajo amenaza, todo con su falsa tonalidad de “defender la
democracia maestro”.
mrestrepo33@hotmail.com
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