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martes, 19 de marzo de 2019

A propósito de la Doctrina Monroe



Por Pascual Olivas López:
John Bolton ha realizado unas extraordinarias declaraciones en las que ha afirmado que la actual administración de Estados Unidos se guía por los principios de la “Doctrina Monroe” en sus políticas hacia América Latina, donde Washington quiere un cambio de régimen en Venezuela, Nicaragua y Cuba.

Desde el punto de vista ideológico, estas afirmaciones resumen la base teórica del “giro a la derecha” que ya comenzó la administración Obama cambiando gobiernos sudamericanos cuando los gobiernos de izquierdas intentaban defender su soberanía y ser autónomos y Estados Unidos respondía instalando gobiernos de derechas dependientes de Estados Unidos [como ocurrió en Honduras con Hillary Clinton al frente del Departamento de Estado-Ed].


El motivo de estos movimientos está evidentemente ligado al hecho de que un giro a la izquierda amenaza la posición de Estados Unidos en la región y puede llegar a crear para China una plataforma para extender su influencia (con inversiones financieras y de infraestructura, cooperación técnico-militar, la malograda estación espacial en Argentina, el canal de Nicaragua, etc.) en lo que Estados Unidos llama su “patio trasero”. Los cambios de régimen son vistos como una forma de acabar con tendencias antiestadounidenses.
Sin embargo, la administración Obama evitó a toda costa cualquier asociación con la “Doctrina Monroe”, ya que defendían una agenda neoliberal de intervencionismo en todo el planeta, no solo en un continente.

En la época de Trump, las cosas han cambiado drásticamente: África se ha convertido en un campo de lucha por las esferas de influencia en el que activamente participan China y Rusia. Estados Unidos ha sufrido una dura derrota en Oriente Medio y ha perdido el control completo de la región. En el Extremo Oriente, la República Popular de Corea ha conseguido desarrollar armas nucleares y China muestra cada vez más deseo de que cambie el statu quo. Objetivamente, Estados Unidos no puede controlarlo todo, de ahí que se hable del sistemático debilitamiento de su influencia a escala global.

La idea ahora es recuperar posiciones en el hemisferio occidental y las referencias a la Doctrina Monroe son un paso hacia el reconocimiento de nuevas realidades en las que la hegemonía absoluta parece fuera de lugar, pero el deseo de consolidarse en la “esfera de influencias natural” lleva a la vuelta del “viejo imperialismo”, ese que hace no tanto tiempo la propaganda neoliberal presentaba como un desfasado fenómeno inventado por Marx y Lenin. Ahora a Estados Unidos ya no le avergüenza esta “vuelta al pasado” en la que la administración de la Casa Blanca abiertamente habla de la necesidad de controlar América Latina como ya hiciera Estados Unidos en los siglos XIX y XX.
Los principales objetivos del “programa” incluirán:

1.            Eliminar cualquier influencia económica o política de cualquier sujeto que se oponga a Estados Unidos, principalmente China y Rusia.
2.            Reemplazar los gobiernos independientes y fuera del control de Washington en Venezuela, Cuba, Nicaragua y Bolivia.
3.            Obstaculizar al máximo el proyecto del canal de Nicaragua. El canal de Panamá debe preservar el monopolio de Estados Unidos en el transporte directo entre el Caribe y el Océano Pacífico.
4.            Liquidar los efectos del “giro a la izquierda” y mantener la situación actual en países clave de América Latina para garantizar la continuidad a largo plazo del actual giro a la derecha, que se ve como algo necesario para promover los intereses de Estados Unidos.
5.            Eliminar la presencia militar china de Argentina y bloquear la cooperación técnico-militar de China y Rusia con los países de la región, lo que incluye garantizar los intereses de la industria militar estadounidense: por ejemplo, que Argentina compre armas estadounidenses, no chinas.
6.            Evitar una situación en la que territorios como Venezuela o Cuba puedan ser utilizados para el despliegue de bombarderos estratégicos o misiles con capacidad nuclear rusos, especialmente si se toma la decisión de desplegar nuevos misiles en el este de Europa.
7.            Conseguir el control sobre el petróleo de Venezuela permitiría a Estados Unidos tener más influencia sobre el mercado y los precios y añadiría más presión a sus oponentes: China, Rusia e Irán.
8.            Garantizar los intereses de las multinacionales estadounidenses, que serían compensadas por los efectos de las nacionalizaciones del “giro a la izquierda” y reforzarían su dominio en América Latina.

Lograr con éxito estos objetivos desde el punto de vista de la “Doctrina Monroe 2.0” permitiría a Estados Unidos demostrar un éxito estratégico serio tras una serie de reveses en Eurasia y demostrar que, si bien su hegemonía se ha debilitado, no se puede hablar de que vaya a desaparecer en un futuro próximo.

De ahí la importancia de lo que está ocurriendo en Venezuela. La cuestión no es solo el cambio de régimen en un país, sino que es también una prueba a la capacidad de Estados Unidos de cambiar a su antojo los gobiernos en su “patio trasero” en el contexto de un debilitamiento de la influencia de Estados Unidos en el mundo.

Sí Estados Unidos tiene éxito, se puede esperar un aumento de la presión sobre Cuba y Nicaragua, e incluso intentos de aplicar el modelo de Venezuela en otras regiones en las que Estados Unidos pretenda lanzar una contraofensiva contra las posiciones de China y Rusia (en Eurasia y África).
La insistencia de China y Rusia en la cuestión venezolana no solo se trata de la defensa de Maduro y de Venezuela, sino de comprender un simple hecho: que lo que está ocurriendo en Venezuela, de una manera o de otra, tendrá implicaciones a nivel global tanto para América Latina como para la hegemonía global de Estados Unidos en general.

olivas.lopez45@gmail.com

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