Miles de personas se movilizaron en Buenos Aires durante la
Cuarta Marcha Nacional contra el Gatillo Fácil. La tinta habló con sus
protagonistas.
Una señora sostiene un cartelito blanco que, en letras
negras, dice: “Sigo por vos”. Un pibe, que agarra con fuerza el palo de una
bandera, tiene una remera en la que se lee: “Nadie es capaz de matarte en mi
alma”. Un poco más allá, en medio del estruendo de bombos, trompetas y
trombones que suenan, despunta una bandera blanca que ocupa casi todo el ancho
de Avenida de Mayo. La bandera dice, como una sentencia: “Ni un pibe menos. Ni
una piba menos. Ni una bala más”. Alrededor, en pleno centro de Buenos Aires,
con el Congreso de la Nación como un telón de fondo gris y triste, miles de
personas se congregan para dar inicio a la Cuarta Marcha Nacional contra el
Gatillo Fácil.
Las imágenes de los pibes asesinados por la policía se
multiplican hacia cualquier lado en que se mire. Antes de las cuatro de la
tarde, en la plaza de los Dos Congresos los familiares de las víctimas
confluyen entre abrazos, saludos y reencuentros que, casi siempre, tienen a la
calle como espacio de comunión, resistencia y reclamo.
La marcha hacia Plaza de Mayo comienza a moverse lenta y
firme, mientras se multiplican los cantos contra la Policía y el Poder
Judicial. La música, comandada por bombos y redoblantes, se escapa de la
columna de personas y fluye por las calles aledañas. En esas cuadras a la
redonda -donde muchas veces se define la política y el futuro del país- nadie
puede decir que no sabe lo que pasa. Y lo que sucede es fácil de explicar:
desde que asumió en 2015 el gobierno de Cambiemos los casos de gatillo fácil se
acrecentaron en todo el país de una forma alarmante.
Un ejemplo de esta situación se dio ayer mismo, cuando una
agente policial le disparó a un joven de 18 años en Rosario. Hasta el momento
se sabe que el adolescente, Facundo Benítez, fue internado de urgencia tras
recibir un balazo en el cuello. Aunque en un primer momento se difundió que el
hecho se produjo por un intento de robo por parte del joven, testigos en el
lugar desmintieron la versión y aseguraron que Facundo estaba desarmado. Desde
la Multisectorial contra la Violencia Institucional denunciaron “que apenas
ocurrido el hecho un patrullero se acercó al lugar y se llevó a la agente
policial implicada en los hechos. No asistieron a Facundo ni pidieron
intervención médica siendo que la vida del joven corría serios riesgos. Los
vecinos debieron llamar a la ambulancia”.
“Hay que darle una
vuelta a esto”
María Viera está adelante, junto a docenas de madres de
pibes víctimas del gatillo fácil. La marcha apenas se mueve hacia Plaza de
Mayo. El hijo de María, Fabián Gorosito, fue asesinado el 15 de agosto de 2010
por once policías en Mariano Acosta, partido de Merlo. “Lamentablemente, cada
vez somos más, pero tenemos que estar unidos”, dice María, que también cuenta
que la gente que la acompaña y otras madres le permiten seguir reclamando
justicia por su hijo.
“Hay que darle una
vuelta a esto, porque cada vez son más y siempre son los pobres –explica
María-. Hay que marchar por los que quedan y por los que ya no están para
buscar justicia, porque la policía siempre implanta una versión y toda la gente
lo cree. Hay que salir a demostrar que no es lo que ellos dicen”.
A unos pocos metros
de María está Cristina Gramajo, madre de Sergio Filiberto, uno de los siete
pibes asesinados el 2 de marzo de 2017 en la comisaría primera de la ciudad de
Pergamino. Cristina dice que le causa tristeza el motivo por el cual se
movilizan, pero al mismo tiempo “te da alegría que nos animemos a gritar, que
no nos pueden silenciar”. Para Cristina, la lucha que llevan adelante “es
presentarle batalla al Estado” que “cometió una injusticia” con sus hijos pero
también con los familiares. “La cuestión represiva cada vez está peor. Sabemos
que todos los partidos políticos que gobernaron hicieron lo mismo. Esto es un
genocidio. Están apuntando solo a jóvenes pobres y con un odio racial muy
fuerte”, resume.
Según el relevamiento que realiza la Coordinadora contra la
Represión Policial e Institucional (Correpi), en el país hay más de 5500 casos
de gatillo fácil desde el retorno a la democracia en 1983.
Gatillo fácil: política de Estado
Son cinco o seis cuadras que se mueven hacia la Casa Rosada.
Alguien dice que hay más de siete mil personas. Tal vez son más, o un poco
menos, pero la marcha se ve imponente, recortada por la luz del sol que se
tropieza con banderas y edificios.
María del Carmen
Verdú, abogada de Correpi, se aparta unos metros de la columna para hablar:
“Esta marcha se realiza pocas horas después de enterarnos que el policía
Chocobar, que fusiló por la espalda a Juan Pablo Kukoc, fue reincorporado al
servicio activo. Hoy es más claro que nunca que el gatillo fácil es política de
Estado y que la respuesta es la movilización en la calle”.
Verdú continúa: “Hay
muchos familiares que tienen sus causas cerradas, archivadas, sin posibilidad
de una condena judicial, pero que entienden que la lucha organizada es el único
camino. Y que, como los familiares nos han enseñado, la pelea no es por la
sentencia sino por la conciencia”.
En una esquina, observando cómo avanza la movilización, se
encuentra Eduardo Soares, abogados defensor de los derechos humanos. “Es un
orgullo ver a tantas mamás, papás, hermanos, esposas, maridos organizados
independientemente –afirma-. Recuerdo la primera marcha que eran unas pocas
madres, y la segunda debajo de una lluvia torrencial y ahora esta cantidad de
gente da gusto verlo”. De manera sintética, Soares explica la situación que
atraviesa el país: “La represión se ha incrementado. Así como durante el
gobierno anterior teníamos un muerto de gatillo fácil cada cuarenta horas,
ahora tenemos uno cada veintidós horas. El gobierno le declaró la guerra a los
pobres. Están matando a chicos pobres de barrios pobres. Están aplicando un
genocidio por goteo”.
“Hay que seguir luchando”
Cuando la marcha toca Plaza de Mayo la tarde ya se pierde en
el horizonte de la ciudad. El escenario, ubicado en la entrada de la plaza, es
la tribuna donde los familiares de las víctimas hablan unos minutos.
Isabel Huala, madre de Facundo Jones Huala, también es
invitada a decir unas palabras: “Los mapuches son perseguidos y demonizados por
la gente que está en la Casa Rosada, o mejor dicho la casa robada”, expresa.
“Estoy pidiendo que no extraditen a mi hijo. Ahora hay que esperar diez días
para ver si cancillería se expide y vienen a hacer el juicio acá. Somos
perseguidos por más de 130 años en Bariloche, desde la Campaña del Desierto y
la Pacificación de la Araucanía”, recuerda Isabel. Y si de recordar se trata,
manifiesta: “Estoy acá también por Rafita Nahuel, que lo asesinó un prefecto.
También estoy acá por la desaparición forzada y seguida de muerte de Santiago
Maldonado y pidiendo la libertad de mi hijo Facundo Francisco Jones Huala.
También estoy acá porque mi hijo Fausto, y Lautaro González, están siendo
perseguidos y pidieron la captura de ellos, siendo que ya tienen las pruebas de
quién mató a Rafita. Ellos en la actualidad están en la clandestinidad porque
no hay garantías para presentarse ante el juez Villanueva, que es antimapuche”.
“Este Estado mata a
los pibes –cierra Isabel Huala-. Los mata con la droga y el alcohol en los
barrios. Y es la policía la que lleva la droga al barrio, la que lleva la
delincuencia, la que vende las armas y las balas. Es la policía la que persigue
y mata. Es este Estado que persigue, tortura, encarcela, reprime, hostiga y
quita las tierras a la gente de los pueblos originarios”.
Alguien avisa que llegó Nora Cortiñas, de Madres de Plaza de
Mayo –Línea Fundadora. El aplauso es cerrado. Nora estuvo en el hospital para
hacerse unos chequeos y de ahí no dudó en ir a la marcha. “Ningún policía
asesino tiene que estar suelto con impunidad –asevera Nora, mientras decenas de
personas la rodean y saludan-. Hay que seguir luchando. Un abrazo para las
madres, para los padres, los hermanos que luchan sin descanso, sin bajar los
brazos. ¡Ni un pibe menos, ni una piba menos, ni una bala más! ¡El Estado es
responsable!”. Otra vez los aplausos y los cantos contra la policía retumban contra
la Casa Rosada. La memoria y el reclamo de justicia también hacen vibrar las
paredes de ese lugar donde, pocas veces, atiende el presidente.
leandroalbani@gmail.com
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