Por Jorge Aniceto Molinari:
Los humanos, nacemos, nos desarrollamos, morimos, así de
simple, pero lo que es ya más difícil entender es que esto mismo sucede con los
modos de producción, aún cuando la dinámica de su proceso sea diferente. Los
modos de producción no se reproducen, se retroalimentan y preparan las condiciones para la
predominancia del nuevo, aún cuando muchas de las formas anteriores perduran
antes de desaparecer y se solapan en el tiempo. Esto deberíamos debatirlo para
desarrollar nuestro conocimiento, ahora no siempre es así.
No está además en nosotros el menor atisbo de pensar que
deberíamos impedir o cuestionar
pensamientos que puedan contradecir esto que estamos afirmando. Por el
contrario sería muy ilustrativo que desarrollaran sus ideas.
Para este debate además nuestras herramientas son el
materialismo, dialéctico e histórico. Sabemos además que hay quienes tienen sus
argumentos para cuestionar estas herramientas, o lo que desde nuestro punto de
vista es más grave, los que dicen utilizarlas y las utilizan mal o parcialmente,
para justificar razonamientos idealistas, que las toman muy parcialmente; en
este grupo reconocemos a muchos de los que se auto clasifican como marxistas
y/o como marxistas leninistas. Tal vez lo que más identifica a este tipo de
posiciones es la afirmación de que socialismo es propiedad estatizada, que ha
predominado por mucho tiempo y hoy está en retirada aún cuando el duelo por la
crisis de este tipo de razonamientos no está procesado.
Junto con esta constatación hay otra que también nos preocupa:
el pensamiento de que todo se resuelve en competencia. La propia dialéctica es
explicada por la competencia y no por la necesidad de la síntesis. Es cierto
desde que nacemos se nos educa en competir, la sociedad misma es el resultado
de la competencia entre distintas opciones: hay triunfadores y derrotados. El
capitalismo, se afirma, como modo de producción para ser superado necesita ser
derrotado; se nos explica que para eso son las revoluciones y que cuando una
revolución es derrotada es porque el capitalismo ha logrado superar el
desafío.-
Nosotros nos negamos a razonar de esa forma.
En 1848, Marx y Engels, escriben el Manifiesto Comunista y
en él surge claramente un programa para toda una etapa reivindicativa de la
clase obrera en la historia de la humanidad.
DE 1848 A 2018, 170 años.
En abril de 1917 en Rusia la caída del zarismo, era solo un
eslabón, las nuevas autoridades no conseguían ni parar la guerra y sus
masacres, y tal vez lo más importante, no podían reorganizar el aparato
productivo, Lenin aborda esa realidad proponiendo un programa de aplicación
inmediata: hacer la paz, entregar las tierras, nacionalizar la banca y el
comercio exterior. Ese programa las masas lo llevan al poder y realizan durante
7 años una obra inmensa, que don José Batlle y Ordoñez en el Uruguay, no dudó
en resaltar.
Las luchas obreras, las luchas sociales, producto de
gigantescos esfuerzos sociales organizativos, y no exenta del sufrimiento de
tremendos crímenes, como los que dieron origen a fechas universales como el 1°
de mayo, el 8 de marzo, dieron contradictoriamente, para quienes no han asumido
un estudio más riguroso de la realidad, una base mayor al propio desarrollo del
capitalismo, como hoy ocurre por ejemplo con China. Por aquello de que ningún
modo de producción abandona su predominancia sin agotar sus posibilidades.
El capitalismo además como modo de producción nació con la
vocación de extenderse hasta los límites mismos del planeta y dar denominadores
comunes en un mar rico de nacionalidades y culturas diferentes, que han
adornado y enriquecido el convivir humano, cuando eso se ve desde el punto de
vista positivo, que particularmente caracterizó a la etapa de auge del modo de
producción en su predominio. Ahora cuando la predominancia del modo de
producción capitalista comienza a agotar sus posibilidades (agostamiento de la
tasa general de ganancias), la crisis con sus constantes desequilibrios
comienza a ser irreversible para la continuidad de esa predominancia, cada uno
de esos componentes de nacionalidades y culturas pasan a ser
circunstancialmente críticos.
Los sueños a partir de las luchas sociales dieron
nacimientos a corrientes idealistas, comúnmente llamadas utópicas, donde su
principal características es desprenderse de la realidad e imaginar un sistema
sobre la base de un ser humano muy cercano a la perfección.
A esto respondió en particular Federico Engels con un texto
“del socialismo utópico al socialismo científico”, que trata de bajar a tierra
este tipo de elucubraciones.
Sin embargo la vida y el desarrollo capitalista presentó un
nuevo desafío, la burocracia estatal, la vieja y la nueva creada por la propia
revolución rusa sobre la derrota de las ideas y del Partido de Lenin pero
vistiéndose de sus propias pieles, y no
renegando de mucho de lo conquistado, hicieron que el mundo llamara modelo
“comunista” al engendro stalinista. Los ideólogos del capitalismo encantados
con el giro de los acontecimientos tenían para mostrar al mundo que ese era el
modelo comunista mientras los revolucionarios del 17 eran asesinados por el
aparato del nuevo Estado.
¿Entonces? ¿Si no se trata de crear un modelo competitivo
con un ser humano perfeccionado, de que se trata? Porque a lo que estamos
acostumbrados o nos han acostumbrado, es
a pensar en crear un modelo competitivo que barra con el capitalismo, es más se
nos dice que en esto consiste la revolución y el ser revolucionario y que lo
que no esté en esa línea es reformista.
Pero además confundiendo lo que en 1917, era la diferencia
entre los que apoyaban desde la
“izquierda” los créditos de guerra, y los que dirigían su accionar político a
lograr la paz.
Hemos afirmado que lo que insinuó Mujica en la ONU
(setiembre del 2013, se puede acceder a través de internet) era la visión
comunista necesaria de este tiempo. Mujica no volvió sobre esa intervención y
sus propios seguidores están programáticamente en otra, allá ellos y sus
cálculos políticos.
¿Por qué, de nuestra afirmación? Porque el capitalismo está
llegando en su predominancia a los límites posibles, y necesita que la
transición se haga imponiendo la paz, deteniendo a los que llevados por la
desesperación de la crisis de un sistema que creían eterno, se inclinan por el
suicidio, por la barbarie.
¿De qué se trata entonces la transición, o el inicio de la
transición?: de manejar dos herramientas fundamentales en el funcionamiento de
la economía: la moneda y los impuestos. Para las dos herramientas construir la
voluntad política que las concrete necesita la conjunción de fuerzas,
políticas, sindicales y sociales de todo el planeta.
Hacia China gobernada por el Partido Comunista se encamina
el centro del capitalismo mundial, Cuba suprime de su constitución la
definición de sociedad “comunista”, Venezuela, Nicaragua, y por lo general los
gobiernos y Estados que han pretendido una política diferente a la neoliberal,
son el símbolo de lo que en la “izquierda” predominante califica, es una
ofensiva de la derecha y de alguna manera un retroceso de la “izquierda”. Es en
definitiva su negativa a calificar la crisis y darse el programa que esta
necesita para iniciar la transición entre la predominancia de un modo de
producción a otro.
Es la distancia entre el programa de estatizaciones del
stalinismo al programa de moneda única
universal y de imponer un sistema impositivo basado en la circulación
del dinero que de muerte a los paraísos fiscales y derogue las imposiciones al
consumo, los salarios y las pensiones. Que admita que los fondos de ellos
provenientes, aborden en forma universal los problemas de la salud, la educación
y el trabajo, eje de una matriz económica que la humanidad está en mejores
condiciones que nunca de construir, muy por encima de cualquier matriz
económica nacional.
Recordemos lo que escribía Carlos Marx en su crítica a la
economía política:
“En la producción social de su vida, los hombres entran en
determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones
de producción, que corresponden a un determinado grado de desarrollo de sus
fuerzas productivas materiales. Estas relaciones de producción en su conjunto
constituyen la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la cual
se erige la superestructura jurídica y política y a la que corresponden
determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida
material condiciona el proceso de vida social, política y espiritual en
general. No es la conciencia de los hombres la que determina su ser, sino, por
el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia. En cierta fase
de su desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en
contradicción con las relaciones de producción existentes, o bien, lo que no es
más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad en el
seno de las cuales se han desenvuelto hasta entonces. De formas de desarrollo
de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y
se abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica, se
transforma más o menos rápidamente toda la superestructura inmensa. Cuando se examinan
tales transformaciones, es preciso siempre distinguir entre la transformación
material -que se puede hacer constar con la exactitud propia de las ciencias
naturales- de las condiciones de producción económicas y las formas jurídicas,
políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en breve, las formas
ideológicas bajo las cuales los hombres toman conciencia de este conflicto y
luchan por resolverlo.
Del mismo modo que no se puede juzgar a un individuo por lo
que piensa de sí mismo, tampoco se puede juzgar a semejante época de
transformación por su conciencia; es preciso, al contrario, explicar esta
conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto
existente entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción.
Una formación social no desaparece nunca antes de que se desarrollen todas las
fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen relaciones de
producción nuevas y superiores antes de que hayan madurado, en el seno de la
propia sociedad antigua, las condiciones materiales para su existencia. Por eso
la humanidad se plantea siempre únicamente los problemas que puede resolver,
pues un examen más detenido muestra siempre que el propio problema no surge
sino cuando las condiciones materiales para resolverlo ya existen o, por lo
menos, están en vías de formación. A grandes rasgos, el modo de producción
asiático, el antiguo, el feudal y el burgués moderno pueden designarse como
épocas de progreso en la formación social económica. Las relaciones de producción
burguesas son la última forma antagónica del proceso social de producción,
antagónica, no en el sentido de un antagonismo individual, sino de un
antagonismo que emana de las condiciones sociales de vida de los individuos.
Pero las fuerzas productivas que se desarrollan en el seno de la sociedad
burguesa brindan, al mismo tiempo, las condiciones materiales para resolver
dicho antagonismo. Con esta formación social se cierra, pues, la prehistoria de
la sociedad humana”.
sipagola@adinet.com.uy
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