Por Manuel Humberto Restrepo Domínguez
El régimen Uribe, en sus primeros 8 años de gobierno, no
alcanzó a consolidar un poder integro. Escándalos por corrupción, crímenes de
lesa humanidad, ejecuciones extrajudiciales, espionaje y quiebra económica,
comprometieron su mandato obligándolo a ceder un terreno, que con persistencia
ha recuperado. En ese receso (gobierno Santos) Uribe se preocupó por demostrar
que la historia de Colombia sin él hubiera sido distinta y, con su absoluta
falta de escrúpulos, ratificó que estaba dispuesto a sacrificar lo que fuera o
considerara necesario para lograr sus objetivos de poder, lo que le valió para
convertirse en el único e infalible líder, capaz de determinar lo que es
correcto, aceptable o incluso ético para su partido y para el país y ser
correspondido con total lealtad. Logró desacreditar a la democracia liberal,
rechazar el racionalismo, ridiculizar la inteligencia, mezclar mitos con
prejuicios, aprovechar la crisis ideológica del país y posicionar su potencial
de ultraderecha.
Reconocido como líder decantó su círculo estratégico
conformando una elite de congresistas, grupos y alianzas en las regiones y
formación de juventudes para confrontar y hostigar a sus enemigos sociales.
Creó un modo de oposición, a la manera de gobierno paralelo, y reforzó la resonancia
mediática con técnicas de propaganda basadas en repetición y réplicas de
imágenes fuertes y mensajes simples, que lo mostraban como el salvador de un
país que señalaban estaba derrotado por
una paz de concesiones al terrorismo. Santos, desatendió su papel de
salvaguarda de la derecha liberal y no supo afrontar el momento de lucha entre
las elites, por reacomodarse a la paz que parecía segura, y se concentró en
desarmar al enemigo alzado en armas (FARC) y ganar el premio nobel, que no pudo
legitimar, por su incapacidad para defender el tratado de paz pactado ni tomar
posiciones contra la barbarie. Uribe aprovecho el momento para distribuir
tareas y con el plebiscito ganó la disputa de élites por el control del estado.
Organizó la ideología de ultraderecha, con la lógica de desacreditar al
gobierno “poniendo a la vista” y con cizaña desde las más pequeñas hasta las
más grandes actuaciones del gobierno, con el propósito de reconquistar su
espacio político y posicionar su propia agenda.
Santos desarmó a las farc al menor costo para las elites y
los pronósticos muestran que Uribe viene a desarmar el acuerdo firmado,
fragmentarlo, desacreditarlo, meterlo entre confusiones, acechar, acosar y
hostigar social y judicialmente a los excombatientes, obstaculizar e impedir el
funcionamiento de la Justicia especial de paz (JEP), que como han afirmado no
aceptan, porque según ellos, fue hecho por expertos del comunismo
internacional. En paralelo negar las conquistas de las víctimas, con apoyo de
ya alineada derecha huérfana de poder.
Retomar el poder integro, para empollar los tres huevitos:
“la seguridad desde la democracia, la confianza inversionista desde la
responsabilidad social y la cohesión social desde las libertades” les permitirá
bloquear interferencias a la sistemática negación y absolución de cualquier
mancha que enturbie o involucre al líder, a partir de convertir a Colombia en
centro de la ultraderecha de América latina, con el respaldo de Trump defensor
de los negocios que vendrán en su favor y extender juntos la Guerra contra las
Drogas, como eje local-global de
intervención e injerencia que permita: poner , en operación las 7 bases
militares, apropiar y privatizar biodiversidad estratégica de la amazonia,
reorganizar una nueva guerra interna y ejecutar un presumible plan militar
contra Venezuela.
Ganar en elecciones, tuvo que ver con una sucesión de
episodios que coinciden con el recorrido del Furher que llegó al poder por el
Partido Obrero Alemán y al año siguiente le cambio el nombre por el de Partido
Nacionalsocialista Obrero Alemán o Partido Nazi, antimarxista, opuesto al
Tratado de Paz de Versalles y al gobierno democrático de posguerra. Uribe
inició en el partido liberal (1977-2001) el de Gaviria, Santos, Vargas Lleras,
Serpa, Samper, Galán y para ser presidente creó el Partido Primero Colombia
(2002-2010) al que cambio el nombre por Partido de Unidad Nacional (2010-2013),
que dejo para crear en 2013 el Partido Centro Democrático, identificado con su
propia figura mítico religiosa con la mano en el corazón, dejando claro que
cuando el partido o cualquier elegido (Duque) se hace visible allí está
presente él, quien encarna la totalidad del genio político, del presidente
eterno y del jefe insustituible, al que se debe seguir y demostrar lealtad pública.
Es un partido anticomunista, anti izquierda, radicalmente opuesto al acuerdo de
paz.
En su esencia “no reconoce la existencia del conflicto
armado” y por tanto no acepta el derecho de resistencia o rebelión y señala a
las insurgencias como aparatos criminales y terroristas, es decir, tampoco
reconoce víctimas. Por principio es enfáticamente opuesto a cualquier acuerdo
de paz negociada entre enemigos políticos. Tampoco socialmente reconoce
derechos de diversidad y diferencias sean culturales, étnicas, sexuales o
raciales y, propende por homogeneizar y someter, lo que se sintetiza en impedir
la vida con dignidad.
Con esa perspectiva cabría preguntar si frente a una sólida
oposición política y social que enfrente y confronte su gobierno, como
seguramente habrá de ocurrir ¿aceptarían gobernar con las reglas de la
democracia, no crear un contexto donde la gente tenga miedo, no ponerse por
encima de la ley, no inventar una guerra total contra las drogas o el
terrorismo para sobrepasar límites y criminalizar adversarios? o,
¿contrariamente acudirían a imponer una “Ley de Plenos Poderes” (como lo hizo
el partido nazi) para que el presidente (régimen Uribe) tenga la capacidad de
ejercer constitucionalmente un “poder dictatorial en presente” sin objeciones
legales?, o de ¿crear un “estado de excepción” para mantener vigente la
constitución y la norma sin aplicarla (ponerse por fuera del orden legal, pero
pertenecer a él) que habilite al gobierno para “desatender e invalidar el
pasado” del líder y su partido y su enorme archivo de delitos, desaciertos,
crímenes y violaciones y “proclamarse herederos del futuro”, dueños de la
soberanía y de los derechos ajenos (como los conquistadores)?.
En cualquier caso con el apoyo de Trump y la OEA y con
rigurosa combinación de agudeza política, capacidad de engaño y astucia para
rediseñar la violencia en su favor y avanzar rápidamente en sus objetivos
políticos de convertirse en el único partido con poder real de decisión sin
contrapesos ni regulaciones, como corresponde a una democracia?.
El Uribismo no parece dispuesto a atender ni reconocer lo
que venga del pasado, ni a comprometerse con el futuro y demandas del país,
pero si parece empeñado en actuar (con sus propias reglas) en un presente que
pretende hacer eterno, lo que tendera a
empujar hacia una lucha social y política que le impida gobernar e inclusive
llegue a provocar la entrada en sucesivas movilizaciones de huelga general con
exigencias de dimisión y disolución del gobierno de ultraderecha.
P.D. Ser líder social
no es un delito, van 100 asesinados en 2018, y los medios se niegan a mostrarlo
y el gobierno a reconocerlo.
mrestrepo33@hotmail.com
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