El antropólogo kurdo Mehmet Dogan habló con La tinta sobre
las elecciones del domingo pasado en Turquía y la reelección de Erdogan.
“Turquía seguirá liberando territorio sirio”, expresó un
exultante Recep Tayyip Erdogan el domingo pasado, luego de anunciar su triunfo
en las elecciones presidenciales y parlamentarias que se realizaron en Turquía
bajo un clima de represión, denuncias de fraude y profunda tensión política.
De esta manera, el mandatario turco y líder del Partido
Justicia y Desarrollo (AKP) revelaba a todo el mundo que su política es
reforzar la ocupación de la región kurda del norte de Siria y del norte de
Irak. Para estos comicios, Erdogan apeló al militarismo para agitar a los
sectores nacionalistas y de ultraderecha turcos, además de desplegar un
milimétrico sistema represivo contra la oposición interna, principalmente
contra el Partido Democrático de los Pueblos (HDP), que agrupa al movimiento
kurdo, a minorías étnicas y religiosas, y a sectores de la izquierda.
“La victoria de Erdogan es el producto del robo total
–afirma a La tinta el antropólogo kurdo Mehmet Dogan-. Estamos hablando de
siete u ocho por ciento de los votos que fueron robados. Esto significa que
Turquía ingresa en una nueva farsa, que en el país no va a cambiar nada y que
Erdogan tiene más fuerza y poder”.
Aunque la jornada electoral estuvo plagada de denuncias de
fraude y en la que tres personas fueron asesinadas y 19 heridas, el AKP y el
Partido de Acción Nacionalista (MHP), su aliado de ultraderecha para estos
comicios, superaron el 50 por ciento de los votos en las presidenciales. Ahora
el mandatario tendrá cinco años por delante con plenos poderes, con un
Parlamento débil en su capacidad de decisión y con el respaldo –a veces intermitente
pero sostenido- de Estados Unidos, la Unión Europea (UE) y Rusia.
Para Dogan, los pueblos que habitan Turquía ahora pueden
“esperar cinco años muy pesimistas, donde la lucha democrática va a perder su
credibilidad, y se va a acrecentar la lucha armada, algo que quiere decir una
guerra civil”.
El análisis del antropólogo no se mueve por carriles
imposibles. Desde el intento golpe de Estado contra Erdogan a mediados de 2016,
su gobierno recrudeció la represión interna, encarcelando a líder políticos y sociales,
entre ellos a nueve diputados y diputadas del HDP y su candidato presidencial,
Selahattin Demirtas. Como si esto fuera poco, en la actualidad las cárceles de
Turquía están sobrepobladas por más de cien mil nuevo presos y presas, en su
mayoría acusados de conocer los planes desestabilizadores. Profesores
universitarios, periodistas, empleados estatales, abarrotan las prisiones del
país.
“A pesar de todas las amenazas, arrestos, del
encarcelamiento de Demirtas y de diputados y alcaldes, de más de 17 mil
simpatizantes del HDP presos y de una represión muy fuerte, el HDP logró
obtener más del 11 por ciento y es una victoria”, sintetiza Dogan.
En estos comicios, el Partido Democrático de los Pueblos se
consolidó como tercera fuerza política, apelando a propuestas inclusivas para
el país. Durante la campaña electoral, el HDP presentó una hoja de ruta que
detalla los pasos a seguir para alcanzar la paz y democratizar al país. Por
supuesto, la iniciativa tuvo como respuesta oficial la destrucción de locales
del HDP y el acecho permanente de las fuerzas de seguridad sobre los militantes
de la organización.
Pese a este panorama, Dogan asegura que el HDP demostró
“decisión” para los comicios y gracias a “su militancia, no solamente kurda,
sino también en las ciudades turcas, aumentó sus votos”. “La victoria del HDP
es importante para demostrar que hay un sector de la sociedad turca que está
despierta”, indicó el antropólogo.
Aunque todavía los resultados oficiales no fueron publicados
en su totalidad, se calcula que el HDP obtuvo 68 de los 600 escaños del
parlamento.
Si algo no le faltó a las elecciones en Turquía fue una
catarata de denuncias por fraude e irregularidades a la hora de las votaciones.
Durante todo el domingo, decenas de testimonios y noticias reportaron cómo los
militantes del AKP negaron el derecho al voto en centros electorales, sobre
todo en el sudeste del país, la región kurda del país.
Una de las denuncias más impactantes la realizó la agencia
de noticias ANF, que informó que el AKP trasladó mercenarios que ocupan la
ciudad kurda de Afrin, en el norte de Siria, hacia la localidad de Hatay para
que voten. Los propios ciudadanos de Hatay detuvieron cuatro colectivos sin
patentes donde se trasladaban a los yihadistas, que poseían documentación de la
policía turca.
A esto se suma que al menos diez observadores
internacionales fueron detenidos por las fuerzas de seguridad y a decena de
ellos se les prohibió ingresar a los centros electorales.
Sobre las irregularidades en los comicios, Dogan relató que
en la tarde del domingo, “cuando Erdogan se da cuenta de que estaba perdiendo,
llamó al líder del principal partido de oposición (Republicano del Pueblo, CHP)
y lo amenazó diciendo que todos los militantes del AKP estaban en la calle”.
Seguido a esto, según el antropólogo kurdo, “Erdogan le dijo por teléfono que
si no declaraba su victoria iba a comenzar una guerra civil”. “En un convenio
entre el AKP y el CHP regalaron el poder a Erdogan, sino, en condiciones
normales, Erdogan no podía obtener más de 42 o 43 por ciento en alianza con el
MHP”, estimó Dogan.
Con una situación económica crítica, Turquía proyecta un
futuro teñido por el oscurantismo de Erdogan, un islamista conservador,
multimillonario, acusado de financiar a los grupos terroristas en Siria, pero
tratado entre sedas por las potencias occidentales.
Aunque en muchas regiones del país las voces que abogan por
la paz suenan cada vez más fuertes, los próximos cinco años de poder absoluto
del mandatario turco huelen a crímenes masivos y a un conflicto interno que
Erdogan intentará utilizar a su favor.
leandroalbani@gmail.com
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