Por Daniela Saidman
Maneras de abrazar hay muchas y también son
muchas las formas de ser abrazados. Hay abrazos que abrasan. Y otros que
inundan. Hay abrazos que como un río sumergen y de ellos se sale casi
asfixiado. Hay abrazos entre sábanas que nos dejan sin aliento y otros que son
fríos y duelen como un adiós. Algunos hay que son apenas un gesto y otros para
los que basta una mirada.
En algunos quisiéramos quedarnos para
siempre, aunque sean de un verano. Hay abrazos que son muchos, abrazos que se
dan juntos como pueblo y futuro. Abrazos hay de todos los tipos y cada uno se
ajusta a nuestra talla, los abrazos nunca sobran y seguro siempre faltan. Hay
abrazos alegres y otros que se visten de luto. Hay abrazos mudos, mientras que
otros provocan algarabía.
De algunos hay que irse pronto y
algunos a los que nunca alcanzamos a llegar aunque procuremos la cercanía. De
los abrazos, los mejores, son los que nacen del amor, esos son los que se
quedan para siempre y dejan arrugada el alma que es la encargada de
contabilizar las veces y las formas en que nos hemos dado a los demás.
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